Debate de investidura
¿Órdago y a terceras?
¿Y por qué no ponernos en el escenario de «tercera y definitiva vuelta» si eso no resulta más ridículo que el lamentable diálogo de sordos actual? Es ahora cuando Moncloa cae en la cuenta de que ni el PSOE es lo que creen que debería ser, ni Ciudadanos es lo que desde el ámbito político, financiero y empresarial se pensaba que era. Pues bien, asumiendo que ochocientos mil votos y catorce escaños más conseguidos por el PP en «segunda vuelta» sigan sin ser suficientes y nos veamos abocados –como este periódico adelantaba el domingo– a presenciar una investidura fallida y «reflexionar» hasta una segunda con mayores garantías en el umbral de octubre, igual resulta que hacer el ridículo de puertas para afuera con la convocatoria de unas terceras elecciones puede acarrear algún elemento no tan negativo, máxime cuando parece que nos dirigimos a un escenario en el que habría que devolver a los chiqueros nada menos que los presupuestos del país para 2017.
Seamos coherentes, el juego político se está imponiendo a los intereses de país desde el mismísimo día después del 26-J y si ese juego político lo que prevalece debemos asumir que en los cuatro lados de la mesa hay otros tantos jugadores, Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias. Este último ya dijo «paso»; sencillamente no decide. Los líderes socialista y de Ciudadanos juegan al ratón y al gato aun sabiendo que no tienen buenas cartas y es el presidente en funciones el único que, llegados a un punto límite, puede plantear el definitivo órdago a la grande.
Si hay que ir a terceras elecciones, habrá que ir, pero esta vez sin pie para más «jueguecitos». Muy al contrario prevalecerían dos elementos muy a tener en cuenta. El primero y más importante, dar a los cabreados y estupefactos electores –a los que acudan a las urnas– la oportunidad de poner mucho más en su sitio si cabe a los políticos que les dicen «no me gusta lo que votas». Curiosamente, puede que no sean ni la militancia socialista ni los «barones» quienes acaben diciéndole «basta» a Sánchez, de igual forma que el sumidero por el que desaparezca Ciudadanos solo sería proporcional a la mascletá de su irrupción en el mapa político.
El segundo elemento consecuencia del anterior, y asumido que ya no habría presupuestos, es que a resultas de una «tercera vuelta» surgiría a final de año un gobierno de mayor fortaleza y garantías frente a uno nacido tras el verano, maniatado, efímero y con un presidente objetivo de permanente cacería.
Sánchez y Rivera perdieron una investidura sumando 133 exiguos apoyos y no van a permitir que Rajoy, con 137, se salga con la suya a la primera. Si es así, el país puede aguantar tres meses más de interinidad hasta una tercera, y puede que definitiva sentencia de las urnas. Sería interesante ver cómo el PSOE vuelve a justificar sus resultados ya sin tener que vencer «sorpassos», y tampoco estaría mal comprobar hasta dónde puede seguir creciendo el PP, por supuesto con Rajoy.
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