Luis Alejandre
Otros veraneos: Bosnia
Prometí dedicar esta tribuna al veraneo especial de nuestros soldados y marineros en tierras extrañas. Y hoy, día de Santiago, patrón de España, quería recordar a nuestros compañeros perdidos por el Cuerno de Africa allá entre el Golfo de Aden y las costas de Somalia, algo que debe recordarles –estoy seguro– algún idílico rincón de Ibiza o de la apacible costa levantina. ¡Perdón! Pero no puedo resistir la tentación de transcribir un hecho real que me manda uno de mis lectores. Para un día de fiesta, cayendo la que cae, vaya la frescura y el gracejo de la descripción de un hecho real acaecido en una jornada de calor en Bosnia, donde desplegaron y vivieron durante diez años soldados nuestros.
El día –cuenta el relator– se presentaba feo porque tocaba escoltar a algún «pez gordo» de visita. «Andaban todos jodidos y enfurruñados pues resultaba que el pájaro de turno había solicitado que a la escolta española se sumasen un par de vehículos norteamericanos». «Debió ser que el personaje en cuestión vería nuestros Nissan Patrol entoldados y diría que allí se montase Rita, que él quería uno de aquellos modernísimos y bestiales Hummers». «Así que el convoy sale desde Jablanica (sic) en dirección norte hacia un pueblo llamado Gorni Vakuf, donde combatían bosnios contra croatas sin descanso ni miramientos y los españoles allí en medio, toma valle del Neretva y la madre que lo parió». «La cosa marchaba como siempre, que si disparan a los vehículos, que si por allí caen bombazos de mortero, que si ¡ojo! «o asome vuecencia la gaita». Hasta algún camarada es herido y curado sobre la marcha y «tira pálante, que esto no es naa, coones»
Avanzan los vehículos por la difícil carretera y los que van dentro del Nissan miran con envidia las puertas de solida chapa de los Hummers. Luego acarician la lona del vehículo español –«Toldos Cuenca» pone en un cartelito– y con la vieja resignación hispana y el no más viejo humor, añaden:
- «Pos no tienen que llevá caló ni na, los ahí metidos».
- «¡Yo prefiero el Nisan; dónde va a compará compadre!». Los españoles clavándose el afuste de la radio, los arquillos de la lona y sujetándose las rodillas como pueden sonríen y reparten tabaco entre ellos, justo cuando cae un pepinazo. La lona se resquebraja, el vehículo rebota y el Teniente «que va delante, se acuerda de los japoneses, del ministerio y de la madre que parió al encargado de compras de material», cuando de pronto el convoy se detiene. Se activan las alertas, se despliegan los pelotones. ¿Qué pasa? «A uno de los vehículos norteamericanos le han reventado uno de sus neumáticos gordos, sólidos y teóricamente blindados». Allí está el caucho desparramado y el conductor mirándolo con cara de no saber siquiera que aquel cacharro tenía ruedas. Un oficial yankee agarra la radio y empieza a transmitir coordenadas. Se le ve serio y compungido: «¡Houston, Houston, tenemos un problema».
«El oficial español que parla inglés le escucha y comunica que los norteamericanos han solicitado, por avería grave, el cambio de vehículo, y que están preparando un Chinook nada mas y nada menos para el reemplazo. Aclara mi amigo para los legos en materias militares que «el Chinook es este helicóptero negro y enorme de dos rotores, del que suelen colgar cosas como camiones o cañones» «¿Y cuánto hay que esperar, mi Teniente?», pregunta un legionario con barba de varios días, descamisado y con el chaleco antifragmentos abierto. «Pues un par de horas», contesta el oficial. «¿Y por qué no cambian la rueda?», insiste el legionario. «La pregunta es tan obvia que resulta casi estúpida, pero todos se miran asombrados y se ponen en pie sonrientes. ¡Seremos gilipollas!, se dicen». Y el Teniente que parla hereje les dice a los norteamericanos que «¡oye! : esto que cuelga del bastidor es otra rueda». Los yankees se miran unos a otros con cara de haba: ¿What? ¡La rueda, desnortaos! Pero los soldados americanos no mueven un musculo, hasta que otro legionario flaco, desgarbado, con un cigarro entre los labios dice: «Teniente: permiso para cambiar la rueda». «Estos no traen la llave de ruedas en pulgadas» «Esto lo arreglo yo». El legionario flaco y con cara de pícaro agarra una llave fija de medida superior al tornillo del Hummer, luego con un destornillador plano ocupa el espacio que quedaba y empieza a apretar con fuerza cuando se escucha un primer seco ¡clac! ¿What? Más de piedra se quedan cuando meten el gato del Nissan que apenas puede levantar el mastodonte americano. Entonces el «pez gordo» decide regresar a la base con un destartalado Nissan. La rueda queda abandonada en una curva de la M-16 cerca del pueblo de Gorni Vakuf. Seguro que si es española allí no queda. ¡Charlie uno, Charlie uno, le dicen a Houston y al Chinook: «misión cancelada; regrese a base». Mientras, «la calor» les seguía asfixiando.
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