Julián Redondo
«PACOJÉMEZ»
Ni él ni su manera de entender el fútbol ni su forma de expresarlo dejan a nadie indeferente. O con él o contra él. O se es de Paco Jémez, del juego ofensivo y alegre, expuesto siempre al chaparrón porque rehúye el paraguas, o se es de quienes erradicarían de boquilla las goleadas que encaja el Rayo en el Camp Nou con un autobús de cierre. Pero no garantizan ni la victoria ni el empate, que serían utopías sin salir del área, ni tampoco la certidumbre de que colgados los once jugadores del larguero iban a eludir la hipotética goleada. El problema de Paco es que la foto del marcador es palmaria: 5-2. Sin embargo, el análisis del partido rescata al técnico de las fauces de la incomprensión. Más posesión que el Barça en el Camp Nou (56-44) y más remates (22-14), que en disparos entre los tres palos se queda en 8-9. De los nueve tiros azulgrana, dos nacieron en el punto de penalti, donde Neymar, cuya ficha anual equivale al presupuesto rayista, se mostró tan letal como en sus incursiones. Y fue él quien marcó las diferencias, y cuatro de los cinco tantos.
Con «Pacojémez», el Rayo ha rozado Europa y ha agotado las ligas con suficiencia: octavo, undécimo y duodécimo. Desde la temporada 2012-13 su hábitat es la zona templada, aunque cuesta acceder a ella, y mantiene un patrón de juego perfectamente definido: ¡al ataque! Y el patadón, prohibido, lo cual le provoca no pocos dolores de cabeza en defensa.
A medida que el calendario se despereza, camina «Pacojémez» con el cartel de «suicida» colgado en la espalda, o el más suave y comprensible de «intrépido»; pero cuando cae el telón, el recuento de puntos y la clasificación le definen como «efectivo». Y esto, por ahora, sí que es indiscutible.
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