Crisis económica
Palo detrás del crecimiento
Aunque el crecimiento puede que esté regresando tímidamente a Europa de la mano de Alemania, pocos deberían dudar de que los fundamentos de la economía europea siguen siendo extremadamente frágiles. El Viejo Continente se ha convertido a lo largo de los años en un foco de regulaciones y de impuestos altos donde sólo los «lobbies» con buenas conexiones políticas son capaces de triunfar y crecer. Las pequeñas empresas exitosas ven fagocitado su crecimiento potencial tanto por los asfixiantes costes regulatorios como por la salvaje fiscalidad.
Por desgracia, nada apunta a que esta deprimente situación vaya a revertir a medio plazo. De hecho, la renuencia de la sociedad y de la clase política para reformar el permanentemente expansivo Estado de Bienestar empuja a los Estados europeos a ingeniárselas para devorar porciones crecientes de la riqueza privada.
Así, esta misma semana, la Comisión Europea tiene previsto presentar su propuesta para armonizar en el futuro cercano el Impuesto sobre Sociedades entre los distintos Estados miembros. La armonización no afectará, de momento, al tipo impositivo, pero sí a la definición de la base imponible: es decir, a aquello que los diferentes Estados establecen como objeto de gravamen. De este modo, cada gobierno nacional perderá margen de maniobra para establecer autónomamente su fiscalidad sobre las empresas: un primer paso para terminar eliminando por completo esa autonomía.
Evidentemente, el propósito de cartelizar a los Estados no es otro que el de incrementar el Impuesto sobre Sociedades, esto es, castigar fiscalmente más a más empresas para alimentar la insaciable hambre de gasto de los diferentes políticos. Puede que erradicar esta saludable competencia fiscal termine arrojando, a corto plazo, algo más de recaudación, pero a largo plazo contribuirá a socavar aún más las tímidas bases de crecimiento y desarrollo de la economía europea. Otra forma de cocinar la gallina de los huevos de oro sin preocuparse sobre las graves repercusiones futuras que ello implicará en forma de menor inversión, menores salarios y menor crecimiento.
Que el espejismo de unas décimas más de crecimiento a corto plazo no nos ciegue para tener presentes los enormes problemas que continúa arrastrando Europa y, sobre todo, con los nuevos problemas que quieren imponerle adicionalmente los eurócratas.
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