María José Navarro

«Pasao mañana»

La Razón
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Apurado ya el tiempo de las palabras y las negociaciones, cerca como estamos del día de las elecciones plebiscito o simplemente autonómicas (según a quien se pregunte), nerviosos unos por el resultado y otros por la participación, preocupado Artur Mas por la onda de su flequillo y el lado bueno de su mentón e ignorando casi todo lo que al final atañe al pueblo, en la certeza de que el electorado sólo vale para que haga lo que cada uno quiere y si no es así se le pueda tildar de incauto y bobo, se teme una que lo que empieza ahora es El Tiempo de la Vergüenza Ajena. Quizá no debemos esperar mucho tras una campaña en la que nos hemos hartado de sentir cosica entre tanta pose de mandón, ofendido o salvapatrias según el día. En un momento importante para todos hemos asistido a esas cosas que realmente no queremos ver nunca: lapsus jurídicos de un registrador de la propiedad que presume de hacer de la ley su único argumento para hablar, líderes mesiánicos hablando en indio y llamando al pueblo a hacer cortes de manga, respuestas redichas del mediático Coleta Morada y su afán de mostrar al mundo que también los profesores universitarios entonan, como los participantes de Operación Triunfo. Conociendo además al personal, una espera que el día después todos sin excepción se declaren vencedores: unos por haber ganado en votos, otros por haber ganado en diputados, unos por haber conseguido el voto payés, otros por ser líderes entre los propietarios de hurones, otros más por haber liderado el voto ferretero en Reus. Los problemas serios requieren respuestas serias y gente dispuesta a lidiar con la situación con argumentos e ingenio, quizás también sentido del humor. Al menos hemos asistido al nacimiento de una estrella del baile gordita y con calva, lo único digno y salao entre tanto ciborg repetidor de mantras catastrofistas; algo es algo.