Fernando Vilches
Periodistas
Este viernes pasado, mis alumnos de los grados en Comunicación han tenido el privilegio de escuchar a un periodista al que yo admiro desde hace muchos años: Sergio Sauca. Una persona que transmite credibilidad, que, como los buenos árbitros, no se nota su presencia en el campo de la noticia que transmite y que lleva años a pie de obra transmitiendo para los españoles todo tipo de acontecimientos deportivos, prácticamente desde 1987. Como yo digo, además, parece tener un pacto a lo Dorian Grey, pues poco ha cambiado su fisionomía tras más de treinta años de ejercer la nobilísima profesión de periodista. Más de dos horas y media estuvo con mis alumnos contándoles su vida profesional y dándoles unos consejos –fruto de su dilatada experiencia– que, estoy seguro, han calado hondo en un buen número de los asistentes. Y entretener a chicos de entre 18 y veinte años durante ese tiempo no está al alcance de todos. Desde aquí, pues, quiero agradecerle el esfuerzo que hizo para desplazarse al Campus de Fuenlabrada de la URJC para compartir con futuros profesionales de la comunicación su escaso tiempo. Con esto, he procurado acercar el mundo real a la universidad, pues en ella pecamos muchas veces de un saber excesivamente teórico.
Y de una profesión, además, clave para el buen funcionamiento de una sociedad democrática. Tengo el honor de conocer a periodistas de mucho calado y disfrutar de su afecto. Entre los desconocidos, está mi antigua alumna Ana Vimbela (del colegio Joyfe, no de la universidad), que lleva ejerciendo su profesión en la revista «Semana» desde antes de terminar su carrera y cuya valía es reconocida por quienes han confiado en ella en esta revista, decana y seria, de la actualidad social española. O Cristina Ortega y Ana Samboal, excelentes periodistas de Telemadrid, mejores personas y, además, y esto fastidia a las envidiosas, mujeres guapísimas. O el «enfant terrible» Graciano Palomo, con el que he aprendido muchas cosas de estos «viejos» reporteros enamorados de su profesión y que la dignifican día a día. O mis jefas en LA RAZÓN, Gema Pajares y Carmen L. Lobo, responsables de la sección de Cultura y que todos los días me enseñan a ser un buen profesional. Justo es reconocer la dificultad de su profesión y agradecerles que nos cuenten a diario la realidad opaca de las cosas.
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