Debate de investidura

Persuadir a la parroquia

La Razón
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Decía José Luis Rodríguez Zapatero que nunca hay que dar consejos en política si nadie te los pide. La discutible aplicación de esta máxima en el propio ex presidente ha tenido sin embargo una nada despreciable carga de sentido común en su última «sugerencia» en clave interna a un PSOE del que fue secretario general dos años más que inquilino de La Moncloa. Lo de abrir un «proceso de diálogo interno en el partido socialista» quizás no se haya puesto en valor como merece, tal vez por venir del campeón del buenismo y la vacuidad almibarada, pero señala con especial claridad el problema de origen en el bloqueo político actual y que no es otro más que la falta de diálogo derivada en gran medida por el temor a la reacción adversa en la propia parroquia, entiéndase la militancia y parte del electorado.

La posición mantenida en las últimas semanas por el PSOE, navegando entre no facilitar un gobierno del PP y el rechazo a terceros comicios, es la demostración palmaria de que situaciones especialmente delicadas para un país, como son las nefastas consecuencias de seguir sin gobierno, deberían conllevar una más didáctica labor explicativa ante esa militancia a la que no siempre ha de decirse sólo lo que quiere oír.

En el entorno de Sánchez se reconoce que una abstención frente a la investidura de Rajoy podría tener un efecto demoledor contra el actual secretario general de cara al congreso federal del partido, no tanto por la bien conocida posición de los «barones», como por la de los casi doscientos mil militantes de base que siguen siendo el único aval in extremis de Sánchez y cuyo rechazo –secular y casi genético– a un gobierno de la derecha sigue siendo mayoritario. Otra cosa es el electorado socialista no tan cerrado en banda, tal como mostraba el estudio de NC Report para este periódico.

Llegados pues a este punto, lo que cabe preguntarse es si en momentos como el actual no toca recoger aunque sólo sea una parte de la recomendación de «ZP» y dar pie a ese ejercicio de casi docente persuasión ante la propia parroquia, tal vez porque es ahí donde se mide la altura real de partidos o gobiernos. Felipe González tuvo que afrontar un peregrinaje donde le llamaron de todo en agrupaciones locales socialistas por lo largo y ancho del país explicando que pertenecer a la OTAN suponía el primer salvoconducto para la entrada de España en la primera división del mundo. También tuvo que afrontar la primera gran reconversión industrial y reformas que le costaron una huelga general en la que pararon «hasta los relojes» y el divorcio con la UGT. Siempre llega un punto en el que hay que retratarse más allá de tacticistas guiños a las bases. A Sánchez ya le ha llegado y, aun siendo especialmente complicado por el elemento añadido de la competencia de Podemos, no estaría de más un vistazo a esas decisiones extremas de Felipe que a la larga agradeció el país y, por qué no decirlo, también el PSOE.