Astronomía
Pide un deseo
Las lágrimas de San Lorenzo no son verdaderas lágrimas, podrían ser gotas de risa que el universo nos lega o lo que la imaginación de cada uno quiera. Cuando una estrella fugaz cruza el cielo, hay que pedir un deseo... o varios. Tanto «romanticismo» queda eclipsado cuando nos atenemos a la realidad de su naturaleza: son partículas de polvo de distintos tamaños, algunas más pequeñas que un grano de arena, que van dejando los cometas en su órbita alrededor del Sol. Sin imaginación, el cielo no sería el lienzo donde escribir los sueños, los anhelos y la lista de deseos que cada uno alberga en su corazón.
Las estrellas fugaces podrían ser «mensajes» del espacio sideral, ese que se nos antoja frío y lejano, a la par que imposible de abarcar con nuestro limitado entendimiento. El cual, de no ser por la imaginación y la fantasía, no podría haber creado inventos que enviar al espacio para explorarlo y tratar de aprehenderlo. Como todo en este mundo tiene muchos matices, un 10 de agosto del año 258 fue martirizado San Lorenzo (Laurentius en latín, que significa «laureado»). Lo quemaron en una hoguera, concretamente en una parrilla, por eso es representado con una palma de mártir y una parrilla. Si nos atenemos a este dato, podríamos concluir que el cielo llora lágrimas de estrellas para recordarnos que no debemos dejarnos llevar por el odio ni por el miedo y sí por el amor a la vida. Particularmente, prefiero asociar las estrellas fugaces a la ensoñación que precede al acto creativo y pensar que el universo está lleno de magia y de seres que vuelan con sus alas de luz enviándonos mensajes cifrados para solaz de nuestros, a veces, afligidos corazones. A buen seguro, los astrónomos tienen algo de mago pues tiene que ser imposible observar el cielo sin que se les sobrecoja el alma ante tanta maravilla y posibilidades infinitas. ¡Make a wish!
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