Julián Redondo
Pitos y flautas
Sale gratis pitar al Rey, y al Himno. Una mala costumbre que se está convirtiendo en norma. Y cuantas más veces ocurra, peor remedio. Vergonzoso hábito. Ponemos el grito en el cielo cuando a un jugador de color le llaman negro desde la grada, ¡racismo!, ¡xenofobia!, aunque en tu equipo haya cuatro negros que han empapelado la habitación del niño con sus autógrafos, o los cuadernos de la niña con sus fotografías. Importa menos, nada, que a otro le griten «hijoputa» o «maricón». La mala educación degrada y en el mundo del deporte, donde tendrían que imperar los valores y las reglas, desborda los cauces de la más elemental urbanidad. Hay quien para justificar la pitada al Rey, y al Himno, recurre a la libertad de expresión. Se ignoran las formas, los modales, como si lo normal fuera no ceder el asiento en el metro a una persona mayor o el paso a una dama.
Preguntado Xavi Pascual, a continuación de la victoria del Barça y tras recoger el trofeo de manos del Rey, por los desagradables sucesos del Buesa Arena, respondió que ese asunto no tocaba. Como Pujol. ¿Cuándo toca? ¿Cuándo los responsables de los clubes, de los equipos y de hacer cumplir la Ley van a dar un paso al frente para evitar que un día los que pitan y los que aplauden conviertan la grada en un ring?
Faltar al respeto, incluso a la inteligencia, sale gratis. Y así, entre pitos y flautas, el elenco de imputados en la «operación Puerto» declara que yo no he sido; aunque las confesiones de Jaksche o de Basso no admitan claroscuros. Pero, tranquilos, no pasa nada.
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