Cristina López Schlichting

Playa o desierto

La Razón
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El periodismo es también ilusión. Allá por mi tierna juventud, Luis María Anson tenía la costumbre de repetir anualmente un par de portadas, independientemente de las circunstancias, con derecha o con izquierda, hubiese o no crisis. Una de ellas se refería a la red de corresponsales del periódico y demostraba la existencia de enviados a los lugares más recónditos del globo, deslumbrando a los lectores. Alguna vez llegamos a publicar nombres de gente ya fallecida, sencillamente porque hacía años que no recibíamos crónicas de su remoto paradero. Luego estaba la portada de «Sol y nieve», que presidía la campaña turística de invierno, demostrando que en España, fuese en Sierra Nevada o Canarias, coincidían escenarios vacacionales imposibles en otras partes del mundo. Finalmente era tradición la portada estival «Sol y playa», para la que los reporteros gráficos tenían orden de desafiar las iras de las bañistas y captar señoritas ligeras de ropa y, a poder ser, en topless. Esta forma de fotografiar a las damas era muy del agrado de nuestro público, amigo de mirar, pero de soslayo, como quien no quiere la cosa. Se combinaba así la promoción de las costas con la picardía. El público era el mismo que aplaudía las imágenes de los desfiles de lencería, que periódicamente permitían imprimir anatomías primorosas, socapa de promocionar la industria de la moda. Ahora que se acercan las decimosextas elecciones que últimamente celebramos en la patria (si se cuentan autonómicas, europeas, comarcales, rurales y mediopensionistas) me dan ganas de proponer a Paco Marhuenda una portada con la leyenda «Playa o desierto». Dicen los sociólogos que el riesgo de abstención es notable el día 26, en parte por el desfondamiento de los electores, pero también por la coincidencia con el verano. Junio es tiempo de vacaciones para unos pocos, pero de fin de semana en el pueblo o chalé para muchos. Menudo calor que puede hacer, sobre todo en el centro y sur de España. El PSOE afronta el mayor desafío de bajas en las urnas, ya que muchos funcionarios votan a la izquierda y tienen libre el fin de semana, y además Sánchez tiene a sus bases muy desmotivadas. Por otra parte, Andalucía padece temperaturas extremas y allí los socialistas tienen su feudo tradicional. Los autónomos, ya se sabe, trabajan siempre y suelen votar a la derecha. Y los de Podemos votan constantemente, porque están de revolución. No quiero ni pensar lo que puede pasar si gana las elecciones Pablo Iglesias, pero lo más cercano al paisaje resultante sería, sin duda, el desierto, al menos económico. Fin de las inversiones extranjeras, pánico en Bruselas, la bolsa a pique, gasto a mansalva y paro. El día de los comicios podemos irnos a la playa, pero puede que lo hagamos por última vez y que, en la próxima convocatoria, nos hayan nacionalizado la casa del pueblo y hasta los hoteles de la costa. Querido director, considéralo. Yo sacaría de portada lo de «Playa o desierto». El que elija irse de veranito en lugar de votar, que se espere lo peor a la vuelta. El Gobi.