Alfonso Ussía
Por encima del toro
El periodismo deportivo ha impuesto un lenguaje que ha triunfado en millones de aficionados. Valdano y los comentaristas argentinos de las cadenas de televisión tienen mucha culpa de ello, si se puede calificar de culpable al que consigue sus objetivos. Esas tonterías de la «Roja», los «Hispanos» y la «ÑBA» ya están establecidas en la verborrea deportiva. Se oyen comentarios divertidos: «Ramos ha leído perfectamente el pase». Es decir, que no ha leído un libro en su vida, pero los pases los lee divinamente. «Ha disparado junto al palo corto», como si las porterías fueran trapecios. «El partido está trabado»; Se eleva el alero en un partido de baloncesto, encesta desde más allá de la línea de los tres puntos y los comentaristas, al unísono, proclaman: ¡Qué talento!, cuando en realidad acertarían respetando más al idioma si exclamaran ¡Qué puntería!”. Los motoristas «negocian curvas», los automovilistas de la Fórmula Uno aburren a las ovejas, y los futbolistas reconocen que «se lo pasan muy bien en los “entrenos”», que nadie sabe en qué consisten los «entrenos» porque siempre se han llamado «entrenamientos». «Ha existido un claro empujón, pero no lo suficiente para que el árbitro indique la pena máxima». Estos comentaristas han inventado pues, el «poquito penalti», que sólo lo señalan cuando el «poquito penalti» es a favor del Barcelona. En ese caso, siempre uno de los parlanchines comenta: «Aunque el delantero ha exagerado la caída, el empujón ha existido». Y el «Barça» gana la Liga.
Pero hay otro lenguaje, y por estas fechas de San Isidro bien viene analizarlo, que ha superado en cursilería al deportivo. Se trata del nuevo lenguaje taurino, consecuencia de las entrevistas en el callejón o en la puerta de cuadrillas a los toreros. A los toreros siempre se les ha respetado la intimidad y la concentración, pero ahora los tratan como si fueran futbolistas.Y la frase hecha es la que sigue: «Ha estado muy por encima del toro». Vamos a ver. Soy aficionado desde que vi torear, cuando aún llevaba pantalón corto, a Antonio Ordóñez en la plaza de Madrid. Me pareció diferente, majestuoso y profundo. Después seguí con entusiasmo a Antonio Bienvenida, El Viti, Paco Camino, Curro Romero, Diego Puerta, Manolo Vázquez, César Rincón, Enrique Ponce, el primer tramo artístico de José Tomás, Perera, El Juli y Sebastián Castella. Me dejo a muchos en el tintero. Y jamás he celebrado que estuvieran muy por encima del toro, porque un torero cuando se halla muy por encima o simplemente encima del toro, es porque ha sido cogido, volteado y posiblemente herido de una cornada. El torero está en el mismo plano que el toro, lo haga bien o mal, y si está por encima, hay que sentirlo por el torero.
Se crean discusiones ásperas entre comentaristas, aficionados y ganaderos. Dice el apoderado del maestro que no ha triunfado: «En mi opinión, ha estado por encima del toro». Preguntado el ganadero, éste, si está vinculado con la sinceridad, opina lo contrario: «Creo, con todo respeto, que el toro ha estado por encima del torero”. Esa figura me angustia aún más que la del torero por encima del toro. Cuando es el toro el que ha estado por encima del torero, imagino un espachurramiento del cuerpo del matador para nada edificante. Pero ha cundido la figura semántica, y nos pasamos la Feria de San Isidro con los toreros por encima del toro y los toros por encima de los toreros, lo cual nada tiene que ver con el arte de torear.
En mis tiempos más taurinos cuando un torero estaba por encima del toro, la crónica de Cañabate, Vicentón Zabala, Alfonso Navalón o Antonio Valencia finalizaba de esta guisa. «Pronóstico: Grave».
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