Fútbol

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Porterazos y porteros

La Razón
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Empatan Atlético y Madrid, el Barcelona vence en Leganés y suma cinco puntos: tres por la victoria y dos por el 0-0 en el Metropolitano. El Atleti no pierde en Liga, el Real no avanza y el Barça se escapa.

Caducó la capacidad de sorprender del Atlético en el primer tiempo cuando en el minuto 3 Correa se vio solo frente a Casilla y chutó fuera. No aprovechó el regalo de Marcelo, un lateral maravilloso, pero despistado e inseguro desde que trascendió su fraude de 491.000 euros a la Agencia Tributaria. Es como si el ministro Cristóbal Montoro, colchonero confeso, le hubiese sometido a un implacable marcaje antes del derbi para distraerle de sus obligaciones en este encuentro, no de las que tiene con Hacienda.

Y no hubo más en esa primera mitad eléctrica, dominada por el Madrid, sin sufrir el Atlético, sin intervención destacada de los porteros y con la sangre de Sergio Ramos empapándole la camiseta. Acudió a rematar dentro del área a media altura, se lanzó en plancha y Lucas le rompió la nariz con la espinillera al intentar despejar. Si en el origen Casemiro no estaba en fuera de juego, penalti.

Simeone sube la apuesta: Carrasco por Thomas, el 0-0 no consuela. A nadie. El belga es un bluf y Griezmann, inane como Benzema, le hace la competencia. Al final surge imponente Oblak y ratifica la inutilidad del empate.

Plasmado en la mitología de los seres excepcionales, como de otros mundos, hidra invencible, Ter Stegen despeja balones, misiles tierra aire y aire tierra con una disposición sobrehumana que desespera al más templado. A cien metros de él, el portero se hace carne y Pichu Cuéllar, planta excepcional, no logra rebatir aquella lección de Di Stéfano: «Pará las que vayan dentro y las que vayan fuera no te las metas». En el primer gol de Luis Suárez colaboró con el áspero delantero y en el segundo, también del uruguayo resucitado en Butarque, no le sonrió la fortuna. Cuéllar no es Ter Stegen y por eso el Leganés, que parece un equipo mejor dispuesto y más engrasado que el de Valverde, pierde. Por eso gana el Barça. Los cancerberos marcan la diferencia, la que hay entre lo divino y lo humano.