Ely del Valle
PPaz
La cifra que se barajaba en el Club Siglo XXI era de 1.700 personas. Y es que a José María no se le puede negar su capacidad de convocatoria, aunque en esta ocasión el morbo estaba más en saber si el público asistente pertenecía a la camada de un Saturno ávido de zamparse a su prole o a la de un hijo dispuesto a cargarse de inanición al padre.
Si alguien esperaba bronca, se quedó con dos palmos de narices. La entrada de Aznar literalmente del bracete de Soraya Sáez de Santamaría pone punto final a una pataleta que sólo ha servido para dar munición al contrario. Se desconoce quién ha sido el/la muñidor/a de esta sesión de pipa de la paz: en el PP prefieren darle la apariencia de un reencuentro natural. No es mala idea. Tras el fuego cruzado que se inició con la entrevista al ex presidente en televisión, y continuó con el vacío que su partido hizo en el Congreso cuando Aznar presentó hace días una colección de libros publicada por FAES, en el PP se vuelven a comer perdices. Lo de menos fue el tema de la conferencia: a estas alturas habría que ser un fenómeno paranormal para llenar un humilde autobús de línea hablando de la transición, y eso que hubo un momento en el que Aznar apuntó a la ruptura entre generaciones, que generó un cierto desasosiego, aunque enseguida lo recondujo hacia temas económicos. Ahí casi se pudo escuchar un «Uyyyy» del respetable comparable al que provoca un balón lamiendo el larguero. La conferencia de este lunes fue buena, clara y corta. Mérito de Aznar, al que se le agradece. Pero lo importante es que se visualizó la firma de un tratado de no agresión, y eso es habilidad de una vicepresidenta que cada día se gana el cargo a pulso.
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