Cádiz

Progresismo contra el progreso

La Razón
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El parque industrial y logístico de Las Aletas de Puerto Real preveía cuando se concibió la creación de 18.000 puestos de trabajo en la provincia con mayor tasa de desempleo de España. El verbo se conjugará ya para siempre en pretérito imperfecto, aunque la sentencia del Tribunal Supremo que apuntilla definitivamente el proyecto aboca a otros tiempos vitales, que no verbales: el presente paupérrimo y el futuro trágico. La inquina del ecologismo furioso, que casi siempre halla eco en un poder judicial levitante e incapaz de descender a la dimensión humana de los problemas, ha propiciado una pérdida de tiempo –un decenio– y dinero –150 millones en provisión más media docena de nóminas tiradas en una oficina de atrezo– brutales, un lujo que los gaditanos no pueden permitirse. Mientras ha durado el proceso, el Puerto de Cádiz ha perdido más de la mitad de su tráfico (el 53%), una herida que la feble economía de la comarca tardará un siglo en cauterizar: para colmo, el magistrado se recochinea con el dato. Es comprensible la satisfacción de los responsables de WWF Adena, el lobby verde que ha ganado la batalla judicial porque ellos viven abrigaditos en sus despachos de Madrid, pero, ¿se puede saber qué cojones celebraban sus esbirros aborígenes y los dirigentes del partido que gobierna en los dos municipios más afectados por el fallo del TS? ¿Les parece bien la eterna postración en la miseria de sus paisanos? ¿Pretenden forzarlos a la caridad estatal y así asegurarse una bolsa de votantes cautivos? Resulta fascinante la renuencia al progreso que tienen los sedicentes progresistas y causa desazón comprobar que todavía nos dejamos arrastrar por las viejas supersticiones ambientalistas, así traigan un corolario de estancamiento y pobreza.