Carlos Rodríguez Braun
PSOE peronista
La competencia en política, al revés que en el mercado, tiende a producir resultados cada vez peores. Así, por ejemplo, la propuesta laboral del PSOE. El encargar a los sindicatos la negociación directa de los convenios empresa por empresa, desplazando a los comités, vuelve atrás en el tiempo en España, castiga especialmente a las pymes, y, al separar la negociación de la realidad de cada empresa y al facilitar la presión sindical para aumentar los salarios independientemente de esa realidad, fomenta el paro. Como editorializó ayer «Expansión», se trata de una propuesta «vetusta» que nos retrotrae a la España pre-democrática: «La experiencia reciente demuestra que antes de la reforma laboral, que el PSOE aspira a derogar si llega al Gobierno, el único recurso de las empresas frente a un desplome sobrevenido de los ingresos o sus ventas era recurrir a despidos masivos. Así, en 2009, con una caída del PIB en España del 3,9% y en plena deflación, los agentes sociales pactaron subidas salariales en el entorno del 3 %, lo que se tradujo en una gran destrucción de empleo». ¿Por qué Pedro Sánchez se embarca en una senda tan nociva para los trabajadores? Posiblemente por el temor ante unas perspectivas electorales poco propicias, cuando la demagogia antiliberal de Podemos le come el terreno por la izquierda. En ese panorama, quizá Sánchez haya pensado que le conviene granjearse el apoyo de los sindicatos, incluso ahora, cuando se profundiza su descrédito. Sea como fuere, es indudable que el proyecto, aunque dañino para los trabajadores, puede favorecer a los sindicatos y fortalecer su relación con el poder político. En ese sentido, la comparación con el peronismo semeja pertinente, porque algo parecido a lo que pretende Pedro Sánchez fue la estrategia del entonces coronel Juan Domingo Perón, secretario de Trabajo y Previsión del gobierno militar argentino del general Edelmiro Farrel. En 1944, Perón, inspirado por el fascismo de Mussolini, al que tanto admiraba, impuso esa legislación en los convenios colectivos, con lo que consiguió controlar y arrinconar a la izquierda, entonces muy importante en la política y el sindicalismo en la Argentina, y creó una sólida alianza con una maquinaria sindical que puso a sus órdenes, regándola con abundante dinero, porque logró que los sindicatos cobraran espléndidamente por su intermediación.
En 1946, el peronismo ganó las elecciones.
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