Política

Puedo prometer y prometo

La Razón
La RazónLa Razón

Me alegra observar la permanente reivindicación de la figura de Adolfo Suárez, que sufrió una campaña brutal de la izquierda, especialmente del PSOE, durante la Transición.

España es un país donde hacemos los mejores obituarios del mundo. No hay parangón en cualquier otro punto del planeta, porque, además, el deporte nacional es el frentismo. Suárez es una de las grandes figuras de la historia de España y era, además, un hombre bueno en el sentido literal de la expresión.

Nunca le escuché una palabra o una descalificación en contra de nadie. No tuve la suerte de contar con su amistad, pero hable con él en varias ocasiones. He tenido y tengo buenos amigos entre los ministros que le acompañaron en la ilusionante aventura de la Transición.

Íñigo Cavero no sólo fue mi director de tesis doctoral sino que comíamos casi todos los viernes con su gran amigo Tomás Zamora y siempre que salía el nombre de Suárez recordaba su gran calidad humana. Nada me alegra más que escuchar ahora cómo su figura recibe el respeto que merece y que sus frases son recordadas por los políticos.

Pedro Sánchez utilizó este sábado el “puedo prometer y prometo...” para hablar de decencia, diálogo y dedicación. No coincido en muchas cosas con él, pero me gusta que adquiera estos compromisos y, sobre todo, que los cumpla. No hay nada que haga más daño a este país y a la credibilidad de la política que este frentismo inmisericorde donde se busca destrozar al adversario y negarle cualquier mérito.

Por ello es bueno recordar el calvario político que sufrió Suárez durante los años que fue presidente del Gobierno. Fue una campaña sistemática e implacable, con numerosas descalificaciones personales, que no se merecía aunque las asumió con gran deportividad y sin rencor.

No sé si Sánchez sobrevivirá a estas elecciones, pero si actúa con altura de miras y respeta a los adversarios dejará un buen recuerdo que le permitirá seguir en la vida pública. A los políticos les tenemos que exigir que sean decentes, dialogantes y dedicados a sus responsabilidades. Es la esencia del concepto de servicio público. Tengo la mejor opinión, salvo excepciones, de la inmensa mayoría de los políticos y quiero tenerla, por supuesto, de Pedro Sánchez aunque discrepe de sus planteamientos y decisiones.