Cristina López Schlichting
¿Qué depara el nuevo Papa?
Ya tenemos Papa. El tiempo de la sede vacante es el del vértigo. Cristo abraza a su Iglesia... pero la carne de Pedro falta. Y el hombre necesita la carne, porque él mismo es carne. Los apóstoles la tuvieron en Jesús y, desde ese momento histórico, el pueblo nunca más tuvo que imaginar a Yahvé. Cristo caminaba con ellos, comía con ellos, lloraba con ellos. Cristo ungió a Pedro y, Pedro tras Pedro, la Iglesia siempre ha tenido su Papa porque el Señor anunció que estaría con nosotros hasta el fin del mundo. Cuando un cristiano está confuso, cuando se enfrenta incluso a sus autoridades en la Iglesia, cuando tiene incluso una misión profética que nadie más entiende, siempre le queda ese recurso extraordinario: «Apelo a Pedro». Porque Pedro es la autoridad, el criterio final, la piedra sólida protegida por el Espíritu Santo.
Mientras los comentaristas ajenos a la Iglesia se afanan hoy en atinar lo que no atinaron antes sobre la personalidad de Francisco I, los cristianos estamos alegres porque Pedro lleva la barca de nuevo. Hay una gran ilusión en la Iglesia porque se nos ha anunciado una promesa. Nadie podía imaginar la revolución que vino con el polaco Wojtyla cuando el hombre de nombre impronunciable se asomó al balcón de San Pedro. Tampoco cabía esperar del pequeño Papa Ratzinger (pequeño en tamaño) que tirase de la manta de los pecados de los católicos con la fuerza con que lo hizo. O que asombrase a los parlamentarios del Bundestag con su inteligencia. O que diese el campanazo de marcharse como se ha ido. ¿Qué nos espera con Francisco? Imposible saberlo. Porque al polaco lo tacharon de conservador... y al alemán de... inquisidor. Me muero de la risa. Ya el nombre del nuevo Papa inaugura una era: Francisco, el hermano de los pobres... Veremos.
Para el cristiano la Historia no es fátum ni es casualidad. Los días y los siglos están regidos por el amor infinito del que creó el mundo, se hizo hombre y nos acompaña para siempre. A partir de hoy empieza una nueva etapa de este bello camino de la vida que nos reserva sin duda alegría y sorpresas ahora inimaginables que, para el fiel sencillo, el que se pone a los pies del Señor y lo aguarda todo de Él, florecerán en forma de ganancia concreta, de ese ciento por uno que se nos prometió aquí en la tierra, antes incluso de la vida eterna.
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