Alfonso Merlos
Rayas en el agua
Los gobiernos del desencanto y del pinchazo, de la frustración, del quiero y no puedo. De todo aquello que habría sido perfectamente evitable contándoles a los ciudadanos la verdad: que las anteriores corporaciones municipales no representaban ninguna plaga bíblica para sus vecinos, que hay problemas cuya resolución exceden a las fuerzas y a las competencias de un alcalde, que no siempre las cuestiones complejas (al contrario, casi nunca) se ventilan de modo rápido o quirúrgico.
Pero nada de esto hicieron en campaña la tropa de Podemos ni sus sucedáneos ejércitos vestidos electoralmente de mareas multicolor. Y es lo que refleja con meridiana claridad el sondeo de LA RAZÓN. Un suspenso como la copa de un pino para símbolos de la presunta regeneración en España como Carmena, Colau o «Kichi» que se presentaron como ese Moisés que al extender su mano sobre el mar consigue que las aguas se cambien por tierra seca por la que avanza el pueblo hacia su redención.
No. Los milagros paganos del neocomunismo no están, y cada vez son menos quienes los esperan. Son, por lo tanto, más y más los que han escarmentado de un gatillazo sólo atribuible a la vanidad, el adanismo, la prepotencia y la inmadurez con la que han llegado al poder estos movimientos de salvapatrias.
Nuevas tendencias sociales de las autonómicas y locales a esta parte van cristalizando. En poco tiempo. Y los ciudadanos no condenan tanto los errores garrafales y estratégicos o las meteduras de pata puntuales (o las reiteradas faltas de respeto) de estos regidores sino la inutilidad y el carácter innecesario de muchas de sus acciones. Porque, en el fondo, son políticos que están haciendo rayas en el agua y barriendo en el desierto ante la incapacidad para atender las verdaderas demandas de la calle.
En efecto, el servicio público es cuestión de prioridades. Y quienes ahora se envuelven en la bandera del anticlericalismo feroz, el republicanismo furibundo o el revisionismo histórico no sólo lo hacen como manifestación de su mentalidad cerrada sino en un gesto inevitable para tapar sus vergüenzas. Por supuesto: esto es lo que hay. Pero no es lo que nos contaron que iba a haber. Y es posible cambiarlo. Los españoles podemos. ¿Queremos?
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