Restringido
Religión en las aulas
Merece una respetuosa y atenta reflexión el proyecto de algunos sectores, que propugnan suprimir, en los centros públicos, la enseñanza del hecho religioso. Es la tesis que tiende a construir una sociedad laica. España no es un país laico, sino un Estado que no tiene religión oficial, aunque coopera con las formas más importantes de religiosidad (artículo 16 de la Constitución). Según la Academia, cooperar es trabajar juntos para el mismo fin. La cooperación de España con la Iglesia Católica y las otras confesiones tiende a asegurar la libertad de cultos, la libertad de manifestación religiosa, la difusión de los valores que sustentan el humanismo. La cooperación para estos fines no puede excluir la enseñanza, respetuosa y voluntaria, del hecho religioso, incluso en los centros públicos. Si se excluye, se está marginando de modo directo el designio constitucional.
Francia es un país laico, salvo en Alsacia y Lorena, donde la confesión católica es religión de Estado. En un país laico, la enseñanza de la religión es una cuestión privada, y tiene tanta relevancia como el estudio de la heráldica. Podemos imaginar un sistema político tan laico, que en el mismo la religión no exista, que no aparezca en la vida institucional, ni en los símbolos. Pero ese país no puede ser España.
España ha asumido el compromiso constitucional de proteger las tradiciones de los españoles (Preámbulo de la Constitución, apartado cuarto), como medio para poder entenderse con las diversas opciones religiosas, con las que debe cooperar. España se ha comprometido a cooperar con los demás pueblos de la tierra, para asegurar la paz (Preámbulo, apartado séptimo). Hay por tanto, dos mandatos de cooperación en el texto constitucional. Ahora bien, no se puede cooperar con lo que no se conoce. Debemos aportar a los estudiantes españoles, tanto la historia de los pueblos, como las líneas maestras del hecho religioso de esos mismos pueblos, para poder alcanzar la previsión constitucional.
El Estado español tiene que proporcionar al alumno conocimientos prácticos, pero también tiene que formar un ser humano. La formación política, llamada también «educación para la ciudadanía», no es suficiente para cumplir con el mandato de la Constitución. La demostración de ello es que, aun suponiendo que el deber de cooperar con las religiones no existiera, la formación cívica debería, en todo caso, asegurarse. Por lo tanto, dicha formación, que se encuentra presente en todos los países, no cumple con el mandato constitucional de cooperar con las religiones.
Contra lo que suele afirmarse en ciertos sectores, la religión no es enemiga del alma académica, ni del espíritu investigador, ni es contraria a una actitud científica. No debemos olvidar que fue el franciscano Roger Bacon el que perfiló el método experimental. Fue el canónigo Copérnico quien demostró el heliocentrismo. Fue el monje Gregorio Mendel quien formuló las leyes de la genética, que ahora llevan su nombre imborrable.
La religión no es fuego de artificio, no es intrascendente, nos habla de cosas importantes, no pierde el tiempo con trivialidades. Nos advierte que todo ser humano tiene dignidad, sea creyente o agnóstico. Una dignidad proclamada en el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que redactaron personas inspiradas en los valores propios del humanismo cristiano. La religión es una realidad que no se puede ocultar, salvo que se esté dispuesto a dejar de entender los motivos que han llevado a hombres y mujeres a caminar juntos, hacia Santiago de Compostela o hacia otros lugares.
La religión es un conjunto de ideas trascendentes, algunas de las cuales, mal interpretadas han permitido errores, incluso grandes injusticias. Pero es también un mundo de ideas que ha inspirado a hombres y mujeres, animándolos a dar lo mejor de sí mismos, para inventar el arte, para cultivar la ciencia, para permitir la convivencia, para promover los valores, para construir un mundo solidario y para todos, un mundo en el que se pueda vivir en paz, en el que se pueda enseñar y aprender en libertad.
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