Irene Villa

Responsables

La Razón
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Imagino que, como todo en la vida, se empieza tímidamente y, al final, las costumbres hacen leyes. Uno acaba creyéndose su propio fraude como una forzosa forma de vida a la que la propia vida te abocó. La noticia de las mentiras y estafas del padre de Nadia nos ha sorprendido y consternado a todos. Más que por la reprobable actitud del adulto, por la soledad, desprotección e injusticia en la que se ve ahora inmersa la pequeña. Él quizá haya caído en esa terrible y falsa creencia en la que muchos insinuaron que también servidora debía caer: «por lo que nos ha pasado, nos lo merecemos todo». Falso. No somos más ni menos que el resto de la sociedad. Sabemos que ni las condiciones ni las cartas son iguales para todos, pero las riendas de la vida sólo las dirige su protagonista. Además, las circunstancias no garantizan en absoluto un camino afortunado o desafortunado. La superación de cualquier situación, la verdadera magia, sólo la decide uno mismo y es su actitud la que le salva, cuando es positiva y proactiva, o le entierra en vida. La actitud victimista es la que, francamente, te hará caer más pronto que tarde. Cierto que todos necesitamos alguna vez un empujoncito, pero no hemos de vivir siempre «a remolque». Para dar esa puntual y necesaria ayuda hay muchas fundaciones, como la que lleva mi nombre (uno de nuestros lemas es que la única discapacidad es la actitud negativa), que promueve proyectos que conviertan a esas personas en riesgo de sentirse víctimas de una sociedad que les ve en desventaja, en responsables. Para ello nació nuestra ya tradicional Flor Dulce de Navidad, elaborada y empaquetada por personas con discapacidad intelectual, que se puede adquirir esta semana en Asturias y la que viene en Madrid (ojalá sigamos sumando ciudades cada año), y cuyos beneficios van destinados a la formación e integración, porque todos somos responsables de nuestra vida y hemos de potenciarla y mejorarla, independientemente de cuáles sean las cartas que nos tocaron jugar.