Ely del Valle
Retratados
Era la foto más esperada del momento. De hecho protagonizó todas las portadas de este jueves: Rajoy recibía en Moncloa a Sánchez para consensuar una respuesta conjunta al desafío independentista. El gesto se agradece. Que el jefe del Gobierno y el líder de la oposición sean capaces de aparcar diferencias y campaña electoral evidenciando que hay cuestiones en las que no caben fisuras es algo que tranquiliza y que eleva notablemente el nivel de credibilidad de la generación política más criticada de nuestra historia reciente. Hasta ahí, todo bien. Otra cosa es la fotografía elegida por Moncloa para inmortalizar la escena. Analicemos la composición: Pedro Sánchez en el centro y de frente, con cara de escuchar atentamente a un Mariano Rajoy a la izquierda del encuadre, de perfil, a contraviento y con los faldones de la chaqueta en modo polisón. Desde el punto de vista estético, quien sale más favorecido es el líder del PSOE, si no fuera porque sobre su cabeza revolotean las siluetas de Ximo Puig y de Miquel Iceta, ambos de perfil y negándose a firmar la propuesta del PP y de Ciudadanos de rechazar sin paliativos el desiderátum de los antidemócratas, y porque a sus espaldas se puede apreciar la sombra de aquellas declaraciones de hace cuatro meses en Barcelona defendiendo un modelo en el que se dote a Cataluña de un trato fiscal «especial» y se la reconozca como «nación». Más allá de la moral que nos pueda dar la fotografía de un instante, es humano preguntarse si aquel Sánchez se ha dado la vuelta como un calcetín o si sigue siendo el mismo, pero más necesitado que nunca de recuperar votos entre quienes empiezan a estar muy hartos del numerito independentista, y especialmente favorecido por quienes han elegido la foto y para los que hay que desear que Santa Lucía tenga a bien mejorarles la vista.
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