Debate de investidura
Rivera en la gloria
Superados los tira y afloja de toda negociación, PP y C’S firmaron ayer un pacto para la investidura de Mariano Rajoy que resulta ser –por sus 150 medidas– más bien un pacto de Gobierno que otra cosa. Son muchos e interesantes los acuerdos que ha forzado el partido de Albert Rivera; bastantes de los cuales ya estaban en los antiguos programas electorales del PP incumplidos, a pesar de su mayoría absoluta. Pero eso no es lo importante. Lo relevante –como dijo el propio dirigente de C’s– es que 100 de las 150 medidas ya estaban incluidas en el pacto con el PSOE. Es decir: más presión sobre Sánchez y su reunión de hoy con Rajoy.
Los mensajes al secretario general del PSOE estaban cantados. Se necesitan sus votos... o sus abstenciones. Los 170 votos –incluido el de Coalición Canaria– con que cuenta Rajoy resultan insuficientes para su investidura. Le faltan seis votos en la primera vuelta u 11 abstenciones, en la segunda. Y no son fáciles de conseguir. Y todo el mundo mira al PSOE, un partido que ha gobernado España y que debe sentirse urgido a formar gobierno, como lo están muchos de sus líderes. El pasado fin de semana, el secretario general socialista confirmó su voto negativo al presidente en funciones. No sabemos lo que ocurrirá hoy, pero todo el mundo entiende que, de no haber cambios en el PSOE, las nuevas elecciones en diciembre estarían garantizadas. Todo un panorama.
Hubo, sin embargo, algo que me llamó la atención en las comparecencias de ayer de Rivera y Rajoy: su no-acuerdo en lo que a diputaciones se refiere. Lo dijo claramente el primero: nosotros queríamos suprimir las diputaciones provinciales y el PP no. Aquí no ha sido posible el acuerdo, y remitió la solución de esta discrepancia a la futura reforma constitucional.
A mí, sinceramente, aquello me olió a puerta abierta a un pacto con el PNV, y no porque considere que es fácil alcanzarlo con Ciudadanos en el ajo, sino porque los nacionalistas vascos pueden necesitarlo. Ellos amparan su régimen foral en la Constitución. Y tienen razón. Y parte fundamental en ese autogobierno lo llevan a cabo –y con eficacia, para que negarlo– las diputaciones de las tres provincias vascas. Todo dependería, claro está, de que los resultados de las elecciones autonómicas dibujen el 25-S un escenario de pactos en los que el PNV no necesite únicamente del PSOE, sino también del PP para seguir gobernando.
Sólo haría falta –lo explicó claramente Rivera– que este pacto PP-C’S se prolongara más allá de esta primera investidura y que sus órganos políticos apoyaran la existencia de las diputaciones vascas, a la espera de una futura reforma constitucional.
Les puede parecer un poco enrevesado todo esto, pero hemos entrado en una nueva etapa en la que es necesario pactar y negociar para sacar adelante gobiernos, leyes, reformas constitucionales y cualquier cosa más que se tercie. Antes tenía dudas sobre tanto cambio de cromos, pero ahora, vistas las razonables demandas de C´s, empiezo a pensar que quizá sea bueno pactar para no volver a repetir, consensuar para evitar los populismos antidemocráticos, negociar para que no tengamos que cambiar leyes cada cuatro u ocho años.
Quizá el mejor momento de Rivera, aquel en el que casi rozó la gloria, fue cuando defendió la idea de una ley de educación pactada. Sólo se le olvidó decir una cosa: que todas las que hemos tenido hasta ahora en democracia han sido las socialistas y así nos ha ido.
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