Cástor Díaz Barrado
San Vito
No es posible que un acontecimiento de tanta envergadura, como la Primera Guerra Mundial, se debiera a un único suceso ni tan siquiera a una concatenación de hechos específicos. El atentado de Sarajevo, ese 28 de junio, día de San Vito, de gran transcendencia para el pueblo serbio, es seguramente un símbolo y un momento idóneo para situar el inicio de todo lo que ocurrió después. Pero esta Guerra fue el resultado de muchos años de insatisfacción en la sociedad internacional y de injustos repartos de las riquezas. La furia de los nacionalismos estuvo en el trasfondo de ésta, como está en el corazón de otros conflictos internacionales. Eso sí, una guerra más cruel y devastadora que otras muchas y, sobre todo, de un impacto inconmensurable para el futuro contemporáneo del mundo. La humanidad, infortunadamente, convive con los enfrentamientos y los conflictos, pero debe sacar consecuencias de cada uno de ellos.
La Gran Guerra no sólo tuvo un desarrollo cruel, con la aparición de nuevas armas de destrucción y el empleo de métodos inhumanos sino que, al mismo tiempo, terminó con un reparto territorial y de poder que coadyuvó al desencadenamiento de la II Guerra Mundial. La sociedad internacional debe poner fin a los conflictos armados y no aceptar el uso de la fuerza en las relaciones internacionales. La destrucción que supuso la Gran Guerra hizo que, por primera vez en la historia, los estados se comprometieran, en 1928, a no recurrir a la guerra como instrumento de política nacional. Aunque la realidad desmienta, en ocasiones, esta afirmación, hay que seguir sosteniendo que sólo mediante medios pacíficos es posible resolver los conflictos. El día de San Vito debe ser un día de celebración lúdica pero no en recuerdo de atentados ni guerras. Ningún pueblo fue el único culpable de la Gran Guerra sino que es una responsabilidad compartida de la sociedad internacional de la época. En la actualidad, debemos estar muy atentos. Los conflictos no cesan en la escena internacional y deberíamos ser capaces de ponerles fin mediante el diálogo y la negociación. No hay otro camino para la comunidad internacional. Las guerras deberían ser cosa del pasado pero mucho me temo que tendremos que convivir con ellas en esta historia del tiempo presente. La sociedad internacional está lejos de consagrar la paz como un valor supremo e «intocable», pero sólo tenemos la opción de llegar a entendimientos. Deberíamos vivir en un periodo interminable de paz.
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