Rosetta Forner

Sí al amor

La Razón
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El Papa Francisco no vive de espaldas a la realidad de la gente del siglo XXI ni a sus necesidades. Como bien ha dicho el cardenal Francesco Coccopalmerio: «Nulidad es distinto de anulación y declarar la nulidad de un matrimonio es diferente a decretar la anulación del matrimonio». El amor no se puede anular, cuando en verdad existe amor. Por consiguiente, deberíamos preguntarnos por qué se casan algunos por la Iglesia. ¿Por moda? ¿Por qué es más bonita la boda eclesiástica? ¿Por qué creen en las enseñanzas cristianas y quieren casarse acorde al rito de su fe? El «amor» está de moda. Ahora bien, no es amor todo lo que reluce. Sólo es amor el sentimiento que hunde sus raíces en el compromiso y la aceptación del otro. En la sociedad actual, prima la «comodidad». Muchos están juntos mientras la relación es cómoda, les divierte...Proceden igual que los niños con los juguetes: tienen tantos, y les es tan fácil conseguir uno nuevo, que se aburren de ellos prontamente. Prefieren las relaciones «facilonas», aquellas que están enfocadas a satisfacer las necesidades del ego. Mientras que en el compromiso hay cotidianeidad, siendo ello, a veces, sinónimo de aburrimiento. El concepto del matrimonio cristiano está basado en relaciones de alma a alma. En estas, ambos cónyuges o integrantes de la pareja han de aprender a apoyarse, comprenderse, reforzarse, mejorarse... En suma, deben poner al amor a trabajar. La compenetración, la confianza, el sosiego, la certeza, la seguridad que hay en una relación de continuidad son alimento para la psique favoreciendo el desarrollo como individuos y el desplegar «las alas».

Cuando no hay amor, no hay matrimonio. Ergo, lo mejor es anularlo. Las personas nos equivocamos, confundimos sentimientos cuando nos acucia el hambre emocional. Dado que la Iglesia católica basa sus principios en el amor, lo comprende y otorga el perdón. La nulidad sólo es para reparar los errores o despistes humanos, pues el amor no entiende de anulación ni de nulidad.