Martín Prieto

Sí, se puede

La Razón
La RazónLa Razón

Cerradas las urnas recordaba la frase de Alfonso Guerra cuando el PSOE perdió por última vez unas elecciones ante la UCD: «Los españoles se han equivocado». Aquello sonaba vagamente a exabrupto antidemocrático, a despotismo ilustrado, pero tenía razón. Era obligado que la transición culminara con un Gobierno socialista y con otro resultado electoral nos hubiéramos ahorrado la agonía del suarismo, un golpe de Estado, las elecciones anticipadas de Calvo Sotelo, y habríamos ganado tiempo institucional y económico. Pero como sentenciaba Churchill nadie ha inventado todavía un sistema representativo mejor que esté plagado de imperfecciones. El Rey tendrá sus consultas y Mariano Rajoy va a tener un interinato más prolongado de lo deseable y se hartará de unas negociaciones que parecen imposibles. Como decía aquel gañán al coro de parientes ante el lecho del agónico: «Jo, ni se muere padre ni cenamos». España está convaleciente y con heridas por cerrar como el desempleo y la territorial, y el denostado bipartidismo imperfecto se ha desdoblado en dos con un centro-derecha a un lado y una socialdemocracia declinante al otro con la izquierda extrema, asamblearia, utópica, a veces nihilista, detrás. El bipartidismo pluscuamperfecto y las dos Españas machadianas. El Presidente en funciones, con su mayoría minoritaria, tiene la obligación de intentar formar un Gobierno estable para toda la legislatura y vacunado de mociones de censura oportunistas pero, sin la altura de miras del PSOE, Mariano Rajoy poco podrá hacer. Negociar no es decir que sí al antagonista sino encontrar un territorio de mutuas cesiones y consensos. Pero Pedro Sánchez y su Ejecutiva parecen tener como programa que Rajoy regrese de inmediato al Registro de la Propiedad y que el PP se disuelva. Eso no es un proyecto, es una carga de caballería. Aunque subliminalmente Sánchez lleva meses negando legitimidad democrática al partido de la mitad de los españoles (pese a que muchos se abstengan) y a su Presidente. Esas son las líneas rojas de nuestro socialismo, tan disparatadas como las que dibuja Pablo Iglesias. Sánchez no está en condiciones de levantar la barbilla, porque le ha salvado Susana Díaz en Andalucía, y en Madrid su incesto con Podemos le ha dejado en residual. Pero cabe la esperanza de que caigan en la grandeza de encontrar acuerdos por el bien de todos los que aún no hemos salido de la crisis. Esta vez, sí, se puede.