José María Marco

«Sol y playa»

Muchas veces escuchamos decir, en tono despectivo, que España es un país de «sol y playa» y –en lo que se refiere a la llamada marca España– que la imagen de nuestro país está relacionada con lo pasional y lo vital, en vez de ir asociada con la racionalidad, la tecnología y la organización. Pues bien, quienes dicen esto no se dan cuenta que están haciendo el ridículo. Y no porque los españoles debamos dejar la racionalidad a los demás, como en su día quiso Unamuno: al contrario, los españoles, cuando nos dejan, somos buenos en casi todo lo que hacemos, desde obras públicas, servicios financieros, logística, agricultura, alimentación, ingeniería, distribución y un interminable etcétera.

Ahora bien, en aquello en lo que somos únicos, no sólo buenos ni siquiera mejores, es en lo que la industria turística descubre de nuestro país. Cuando se habla del «sol y playa» en tono despectivo se olvida que la industria turística española es la más sofisticada del mundo y que es capaz de ofrecer todos los servicios imaginables en casi cualquier punto de nuestro país. Se olvida también aquello en lo que siempre insisten los especialistas del sector: los extranjeros no sólo vienen a España, también vuelven, y muchas veces se quedan. Y si vuelven y se quedan es, además de por la extraordinaria calidad de los servicios, por las características de la sociedad española: infraestructuras, comunicaciones, seguridad, sanidad, estabilidad y, sobre eso, una cierta forma vivir, hospitalaria y extrovertida, «cálida» en términos mercadotécnicos, que hacen de España un país atractivo como pocos, por no decir como ningún otro. A veces los de fuera se percatan de estas cosas mejor que nosotros mismos. La apuesta de Sheldon Adelson por España para su proyecto de EuroVegas es uno de esos casos. LA RAZÓN informó días pasados de la dimensión del proyecto, que ampliará el 0,7% el PIB. Además de todo lo anterior, también quiere aprovechar otras de las dimensiones de nuestro país: un idioma global (con el que sólo puede competir el inglés), el clima y una situación geoestratégica que hará de Madrid el destino de ocio y de reunión de una zona que abarca toda Europa, el norte de África, Oriente Medio y, en buena medida, Latinoamérica. La oportunidad es tan gigantesca que valdrá la pena que los responsables de gestionarla midan bien sus palabras y sus hechos antes de lanzarse a acabar con ella, como está intentando la izquierda, y más en particular el Partido Socialista.