PSOE
Submarino Sánchez
No sé si se debe a que somos muy imaginativos o algo catetos, pero en pocos lugares del planeta –con excepción de los países musulmanes donde el fenómeno adquiere tintes psiquiátricos– prenden con tanto vigor las teorías conspirativas como en España. Nadie es inmune a la plaga y buena prueba de ello es que en EE UU todavía siguen dándole vueltas a la muerte de Marilyn y en Gran Bretaña proliferan los convencidos de que la Reina Isabel algo tuvo que ver en la desaparición de Lady Di, pero lo nuestro es especial.
Hasta las elecciones del 26-J, hacía furor la tesis de que Podemos era producto de una maquiavélica «Conjura de los Necios», en la que la vicepresidenta del Gobierno había sido clave. Ahora corre la especie de que la supervivencia del PSOE como partido le importa un carajo a Pedro Sánchez. Si se repasan sus gestos, cuesta no concluir que el secretario general ejerce de «enemigo interior», aunque él todavía no se haya enterado. Felipe González, Alfonso Guerra y hasta Zapatero son conscientes del brete en que está el socialismo español y prueba de ello son sus mensajes, a los que el amo de Ferraz se limita a responder que los viejos ex dirigentes ignoran cómo es actualmente el PSOE y qué piensan sus militantes.
Durante década y media y de forma particular con el zapaterismo, se ha estado inoculando en los afiliados socialistas la tesis de que el PP es un partido maléfico, que odia a las mujeres, desprecia a los refugiados y quiere dejar a los niños pobres sin escuela o sanidad. No es extraño por tanto que muchos vean preferible abrazarse a Pablo Iglesias y sus compinches que darle agua a Rajoy.
Si Sánchez consulta a las bases sobre pactos, no es desquiciado predecir que votarán por «NO» al PP y «SÍ» a Podemos, pero la obligación de un dirigente digno de tal nombre es liderar. Sánchez hace justo lo contrario. Se esconde en la masa, alimenta el desconcierto y se parapeta tras la fábula de que PP y PSOE son partidos antagónicos. Falso, porque la política española –con la excepción de Podemos y los separatistas– no está determinada por discrepancias ideológicas, sino por intereses personales. Los programas del PP, PSOE y Ciudadanos son casi intercambiables, porque orbitan todos en la esfera socialdemócrata. Si a pesar de todo, Sánchez nos hace ir por tercera vez a elecciones, voy a empezar a pensar que quienes sugieren que es un «submarino» de Podemos no andan tan desencaminados.
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