Julián Cabrera

Superwoman Soraya

Pues no, ni lo hubo en verano, ni hay rescate terminado el año, ni parece que esa «bala de plata» tenga que utilizarse en los inicios de 2013. Más allá, síntomas esperanzadores comienzan a asomar en la gestión de un Gobierno tan volcado en achicar las aguas de la crisis que ha dejado en ralentí su perfil más político.

Es cierto que por primera vez en 14 años no necesitamos financiación externa, que se han sentado las bases para la recuperación del empleo o que se ha atajado la falta de liquidez en las administraciones públicas, pero siguen aflorando géiseres de tensión social que requieren esa más meridiana carga política por parte de un ejecutivo en el que sólo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría aglutina este rol.

Debe mejorar la coordinación entre ministerios y la unificación de sus discursos y, sobre todo, puede mejorar el hilo conductor del triángulo Moncloa-Génova-Carrera de San Jerónimo. Y esas mejoras además de coadyuvar las necesarias políticas «Mario Montis» pasan, entre otras cosas, por repartir el plomo que carga la vicepresidenta, por mucho que le garantice músculo político y recorrido.

Soraya, que hace años afirmaba en una brillantísima entrevista cosas tan premonitorias como que España puede tener un preámbulo pero nunca un epílogo, recuerda a la heroína favorita del mundo del cómic, Lois Leane, a la que Superman confía parte de sus poderes convirtiéndola en Superwoman, su leal segunda. La heroína va eliminando villanos pero se descubre en una inquietante soledad e inexplicable melancolía cuando le toca coronarse salvadora del mundo.

Hasta desviando lastre, la vicepresidenta, que me consta está bien asesorada sobre todo en comunicación, podría volver a prodigarse en entrevistas serias con medios serios. Soraya sí tiene el nivel de los grandes de la Transición y nos la merecemos más allá de los viernes al mediodía.