Julián Redondo
Temblores
Modric, que parece un alfeñique, que no abulta ni lo que Kroos, provoca escalofríos en el Madrid cada vez que recibe una patada o que tuerce el gesto vencido por el dolor. Luka es imprescindible y goles como el que marcó al Granada cuando la espada de Damocles cortaba el hilo que conecta a su equipo con la Liga corroboran la aseveración. En su borceguí derecho, con el balón acunado en aquella esquina apocalíptica, tuvo su origen el cabezazo que dejó pasmado al Atlético, castigado otra vez en el último minuto, en Da Luz como en Heysel, en Lisboa como en Bruselas. Con Modric, el Real Madrid es más ordenado, más equilibrado, mejor, con más recursos. De ahí, de su impronta, los temblores cuando el flaco se lleva la mano a la parte trasera del muslo, o al gemelo.
Tampoco es que con este fino estilista el Madrid haya cosechado títulos a espuertas, pero no se puede negar que aporta, además de la calidad expuesta, tranquilidad, precisamente el colchón donde se mece el deportista para luego exhibirse, que es lo que requiere cualquier competidor por modesto que sea. Y no es precisamente tranquilidad lo que exporta Brasil a seis meses de los Juegos Olímpicos. Casi todo lo que viene de allí son malas noticias, o inquietantes. Río de Janeiro tiene un agujero contable de 3.255 millones de euros, de los que 325 corresponden al déficit sanitario. Entretanto, el Aedes aegypti, pica que te «zica» y la respuesta hospitalaria no es la idónea, ni mucho menos.
Algunas instalaciones ya no van a construirse, la Bahía de Guanabara es una incógnita para la vela, por los problemas de salud que plantea a los regatistas, y a la organización le faltan 500 millones de euros para terminar lo que empezó. Todo lo cual nada tiene que ver con Modric, pero ahí está.
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