Julián Redondo

Tirria

La Razón
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Por jugar una eliminatoria de la Davis, un tenista percibe 6.000 euros, más o menos lo que gana por disputar el primer partido en un torneo 250, siempre y cuando el aludido no se apellide Djokovic, Federer o Nadal. Los tres grandes, sea cual fuere su clasificación en la ATP, suelen tener un fijo de un millón de euros por dar lustre al cartel de cualquier torneo que quiera prestigiarse. La gloria tiene un precio y la trascendencia de tal o cual ciudad aumenta según el grado de afinidad que «despierte» entre los jugadores.

La Davis es un incordio en el calendario de los tenistas más destacados porque, además de que recarga las fechas de competición, irrumpe con pistas duras en plena temporada de tierra o viceversa. Si a las molestias técnicas se añade que lo que cobran por participar es una limosna en muchos casos, no es de extrañar la alergia que produce esta prueba entre los profesionales de la raqueta, que en lo que respecta a los españoles se sale de madre.

A Gala León la estiman los tenistas tanto como las futbolistas a Ignacio Quereda. Es tirria. Incompatibilidad manifiesta que ha cruzado la frontera del respeto y abunda en la zafiedad. Pero hay más, una guerra sin cuartel entre el tándem Escañuela-León, presidente inhabilitado y directora deportiva de la Real Federación Española de Tenis, y el CSD. Dice la discutida capitana de la Davis que no ha conseguido entrevistarse con las autoridades... Afirma Miguel Cardenal que en el Master de Madrid intentó hablar con ella, antes del partido de Bautista, y Gala se escabulló.

Coincide la eliminatoria en Vladivostok con la boda de Feliciano; habrá más tenistas en la ceremonia del toledano que en los partidos contra Rusia en la lucha por volver al Grupo Mundial. El boicot es total, el enlace una excusa y el sainete, un esperpento.