Alfonso Ussía
Todavía libre
Lo único que he pedido a los Reyes. Deseo seguir, hasta que me lo impidan algunos, siendo libre. Y mi carta a Melchor, Gaspar y Baltasar, con el permiso de Melchora, Gaspara y Baltasara, brilla por su concreción: «Queridos Reyes Magos. No quiero nada. Y no se os ocurra traerme un “Whatsapp”». De tal guisa, que me aseguro un año más de libertad.
Lo he notado en los mensajes. He recibido muchos menos que en años anteriores, y todos de personas queridas. Según me han explicado, enviar un mensaje desde un «Whatsapp» a un móvil de segunda generación cuesta dinero. Tengo un «Nokia» del año 2006 al que he tomado verdadero cariño. Empieza a fallar, porque envejece con singular buena educación simultáneamente a su propietario. No me quita la libertad. Lo apago y lo enciendo a capricho, y al no tener grabados los números, respondo cuando estoy seguro de que no me va a sorprender un pelmazo.
Ahora mismo, mientras escribo, está descansando.
Eso sí. Tengo un «Ipad» que tampoco me ha privado de libertades. Lo enciendo, salto al «Twitter», molesto un poco, lo justo, lo apago y hasta mañana. No me adapto a estas cosas. Y jamás he consultado con la dichosa «Wikipedia». Mientras no se demuestre lo contrario, cuando se vive de lo que se escribe, hay que consultar en los libros. Claro, que para llevar a cabo semejante acción, es recomendable haberlos leído previamente para acudir directamente y sin dudas a la fuente que se desea consultar.
El que no tiene «Whatsapp» no puede formar parte de ningún «chat», que según me han dicho consiste en mandar a un grupo concreto toda suerte de mensajes, fotografías y vídeos que posteriormente son comentados por los miembros de la organización. En mi correo electrónico, recibo ofertas de muchos amigos míos que me piden un contacto mediante «Likedin», que tiene nombre de fármaco calmante. –Me duele mucho la cabeza–; –pues con medio «Likedin» se te quita el dolor al momento–. Lo cierto es que he intentado en diferentes ocasiones complacer a los que quieren establecer conmigo una comunicación fluida por medio de «Likedin» y no he sabido hacerlo.
Lo del «Whatsapp» es preocupante. Las gentes pasean por las calles con sus miradas clavadas en la pantallita, y cruzan por los pasos de peatones sin reparar en el muñequito verde o colorado que autoriza, previene y prohíbe el cambio de acera. Por no hacer caso de un muñequito con más años que el contrato de Sergio Ramos, se puede fallecer por causa de un atropello con un «Whatsapp» recién salido del diabólico horno de la cibernética. El «Whatsapp» no garantiza la seguridad de sus usuarios en los pasos de peatones. Hay que mirar al muñequito. ¿Que está verde? Se deambula. ¿Que el verde se apaga y enciende de manera evidente? Se calcula. ¿Que está rojo? Se espera a que cambie al verde por muy bueno que sea el «Whatsapp» y divertido lo que se recibe desde el «chat».
¿Y la manía de las fotos? Mi «Nokia» no está capacitado para ello. Y si lo está, aún no me he tomado interés alguno en averiguarlo. Me gustan las fotos en papel, y no archivadas por millones en espacios de aburrido acceso. Eso tan bonito como abrir un álbum, ver la foto y cerrarlo con elegancia para no sufrir en exceso. Una foto de papel es como el sombrero. Algo imprescindible de lo que ha prescindido la humanidad. No tengo la menor intención de sembrar la envidia, pero quien no tenga un «Cordigon & Chapers» para cubrir su cabeza y despojarse de él al paso de una mujer guapa, no conoce el placer del descubrimiento occipital. Y el que no lo tenga, no lo tendrá nunca, porque Neville Cordigon y Michael Chapers fallecieron en 2002 y 2006 respectivamente.
Mi libertad se resquebrajó con el teléfono móvil. Pero hay que reconocer sus ventajas. Los viajes, los olvidos, los recados, todo eso. Pero el «Whatsapp» es el carcelero de una sociedad que, incauta, lo ha aceptado como a un amigo cuando en realidad es el instrumento de su perdición. ¿Para qué pensar, para qué estudiar, para qué reflexionar si todo lo hace el «Whatsapp» desde la verdad o la mentira?
Queridos Reyes Magos. Gracias por vuestra visita. Pero el «Whatsapp», por ahora, no. Ni hablar del peluquín.
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