Paloma Pedrero

Tratamientos

Sanidad va a ampliar la prescripción del famoso y encarecido medicamento contra la hepatitis C. Me alegro. Más vale tarde que nunca. Y es que no puedo comprender que habiendo un tratamiento tan esperanzador hayan podido morir seres humanos por no hacerlo. Por no tener la receta o el dineral que cuesta. Luchamos como fieras por salvar a la gente de enfermedades incurables, de males desconocidos, de tragedias naturales y, cuando resulta que tenemos la solución en el bolsillo, no se puede comprar. Me parece tan asombroso... Sé que el negocio de la farmacia es inimaginable para mentes sanas, sé que debe ser complicadísimo meterle mano –aunque seguro que no imposible-. Pero que un país capitalista no pueda comprar pastillas para que sus ciudadanos no mueran me resulta insólito. En el caso de la hepatitis C ha salido a la luz por flagrante, pero en realidad hay mucha desigualdad en la ayuda a tratamientos para personas enfermas. Más aún desde la drástica reducción de fármacos amparados por la seguridad social. Un ejemplo claro se da con los pacientes que sufren adicciones, normalmente por trastornos psíquicos. Conozco una mujer con EPOC, una enfermedad grave de los pulmones, que apenas cuenta con su fuerza de voluntad para dejar de fumar. Ni el cigarrillo electrónico puede comprarse. Este es sólo un ejemplo de tantos; de como sigue mandando el poderoso caballero en el día a día de la resistencia de cada uno; de como la salud sigue mercantilizándose. Soy de las que piensa que el dinero no da la felicidad, y de que lo mejor de la vida es gratis. Lo que no se puede tolerar es la desigualdad en necesidades esenciales. En el derecho a la curación.