Luis Suárez
Un amor sincero por España y América
Gonzalo Anes nació en una localidad cercana a Oviedo, Trelles. Esto le hace coincidir en la RAH con otras grandes figuras, Campomanes y Jovellanos, que tan importanes fueron para la cultura española en el siglo XVIII. Tal vez por eso, desde sus especialidades, la historia y las instituciones económicas, él sintió una especial atracción hacia ese siglo, compartiendo además los principios que aquellos ilustres académicos tuvieron: el servicio a España y la creación de un movimiento de ilustración que tuviera en cuenta las condiciones especiales de la cultura española. De ahí el empeño en la gran obra que ha culminado recientemente: que es el «Diccionario Biográfico» de España, uno de los proyectos iniciales de la RAH que ha necesitado dos siglos para llegar a esa meta. El agradecimiento de la cultura española y de modo especial de la historia de España hacia su obra es por este motivo considerable.
Me gustaría subrayar sus condiciones personales, no sólo su inteligencia y su preparación, sino también su capacidad para relacionarse con los diversos sectores de la cultura española, en general, y también de la europea. Gonzalo era pariente próximo del cardenal Castrillón, con quien compartía el interés por los problemas americanos. Se hallaba familiarmente vinculado a Puerto Rico y mostraba un especial interés en sus investigaciones por todo lo que había sido el logro español en América. A esto habría que añadir el servicio prestado durante la transición española a todo el proceso de consolidación de la monarquía. No debe extrañarnos que el Rey le otorgara el título de marqués de Castrillón, como antes Campomanes fue también conde de su propio apellido. Es una de las normas de la monarquía española, porque de esta manera se honra a la persona y no al territorio.
Desde 1978 era académico de la historia, y ahí fue ganando, paso a paso, la atracción de todos sus compañeros. No tengo inconveniente en afirmar que el afecto que sentía hacia él era no sólo consecuencia de una relación desde hace años, sino del descubrimiento de lo mucho que la Academia de la Historia le debe. Desde que se hizo cargo de la dirección, los ciclos de conferencias, las publicaciones, los actos públicos, han adquirido en la RAH un relieve que la convierten en uno de los elementos fundamentales de la vida cultural española. Una herencia que deja a sus sucesores y que indudablemente deberá ser continuada.
Aparte de esto, es preciso destacar su presencia en otras muchas instituciones, por ejemplo, la Fundación Príncipe de Asturias, el Patronato del Museo del Prado, la Fundación Duques de Soria, que realiza una tarea bien conocida por todos, la Real Sociedad Matritense de Amigos del País y también el Instituto de España.
No es extraño que sobre él hayan recaído premios importantes: el Nacional de Historia, el Rey Juan Carlos de Economía y el de Jaime I, por la misma razón. Condecorado justamente, son muchas las personas que en este momento, como me sucede a mí, sienten una profunda gratitud al mismo tiempo que el dolor por su pérdida. Con Gonzalo Anes y personas de su nivel, los países pueden setirse especialmente orgullosos. Para la RAH, la suya ha sido una de las aportaciones fundamentales a lo largo de toda su trayectoria. Es sorprendente de qué modo la tierra nativa fue capaz de crear en él ese amor profundo y sincero que sentía por España y América. Para él, ambas cosas eran equiparables. A fin de cuentas, cuando estudiaba, por ejemplo, la forma en que la vacuna acabó con la peste de la viruela, no estaba pensando únicamente como economista, sino como ser humano. Aquél que siente la preocupación por los demás. Por todo esto, los académicos le debemos gratitud.
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