Iñaki Zaragüeta
Un mensaje para Pujol y cía
Imagino en quién estaría pensando, entre otros, el Rey Felipe VI a la hora de escribir la columna vertebral de su discurso en Oviedo, cuando plasmó como eje sustancial del mismo el binomio de la unidad de España y la corrupción.
Indudablemente el clan Pujol ocuparía uno de los lugares principales en su reflexión. Ya sé que a Jordi Pujol y su prole les importa una higa lo que diga el jefe del Estado, pero también deben estar convencidos de que la Justicia es un pilar sustancial en un país democrático, de que les ha pillado de lleno y, por los datos que vamos conociendo, tienen todos los números para ser sacrificados por ella.
Las palabras regias «la sociedad necesita referencias morales a las que admirar y respetar; principios éticos que reconocer y observar» y «constituir en España en un Estado democrático..., en el que todos, ciudadanos e instituciones, estamos sometidos, por igual, al mandato de la ley» cuadran escrupulosamente con lo que no han sido, hasta ahora presuntamente, Jordi Pujol y sus aledaños. Da la impresión de que, ahora, lo están siendo, iguales ante la ley, a pesar de que a muchos nos resulte inexplicable que no esté en prisión alguno de miembros cuando otros lo están por cantidades bastante más bajas que las suyas.
Al conjuntar esta idea de ética con «superar todos juntos una de las crisis económicas más profundas de nuestra historia reciente», estaba proclamando la unidad de España, contra la que han atentado, como un solo hombre, los individuos de referencia en los últimos tiempos, probablemente para eludir los riesgos que les han sobrevenido. Al declararse padre de la nueva Cataluña, podían sentirse exentos de cualquier peligro judicial. Así es la vida.
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