Francisco Nieva

Un oprobio, la famosería

Si hacemos caso a la tele y a las revistas del corazón, el mundo está lleno a rebosar de famosos. Famosos de temporada y de «reality show». Famosos por no ser famosos y por no tener ninguna atribución.

Los medios los crían y ellos se juntan y homenajean e invitan a otros verdaderos famosos, a los que tratan como a familiares coleguillas.

Debieran existir consultorios públicos, en los que se aprendiera a ser famoso, para librarse de tanta molestia y tanto atraco por parte de los parásitos de la famosería, que complican y amargan la vida de cualquiera. Esto de ser famoso por algo no es ninguna canonjía, sino una carga pesadísima y, a veces, un infierno.

Un amigo y paisano mío como Antonio López es casi un mártir de su fama, con obligaciones onerosas de estar en todas partes, haciendo el primo, asediado por unos y otros, como picado por un enjambre de parásitos. Yo me he llegado a ver con Antonio en uno de esos grandes eventos, en los que se pasa fatal y dan ganas de morirse y desaparecer de este mundo del famoseo. En cierta ocasión, nos encontramos los dos en un urinario, apoyando la cabeza en lo alto del aparato evacuatorio, destrozados, humillados y en el límite de nuestras fuerzas: –«¿Qué haces aquí?» –«¡Esto es insoportable, no puedo más, estoy mareado, siento ganas de vomitar!». –«No hemos sabido decir que no y librarnos de esta tortura, nos hemos dejado engañar, nos han embaucado, nos han toreado como a unos pardillos, hemos caído en una trampa como dos pobres ratones». –«Llevas razón, toda la culpa es nuestra. Tenemos que cambiar, acostumbrarnos a decir que no y a volvernos más respetables, tenemos que mirar por nuestra salud y nuestra vida. Por esta pendiente, no vamos a ninguna parte; a la depresión, a la muerte. Alguien está queriendo que nos muramos de un empacho de fama y reventemos de satisfacción, no debemos darles ese gustazo y hay que reaccionar. Tenemos que regenerarnos de verdad».

Ni el uno ni el otro hemos reaccionado bien, hemos seguido siendo víctimas de la famosería ambiente. Es bien difícil librarse de ello, porque todo es como una red social que nos atrapa mortalmente. Esto que nos está pasando no lo hemos querido ni ambicionado nunca, por habernos desarrollado en un mundo normal, pero hay algunos que sí lo han querido, porque es más fácil ahora hacerse famoso que seguir una buen carrera y competir limpiamente. Gánate la confianza de un famoso y luego cuenta lo que sabes de su intimidad más reservada. Los medios de comunicación te lo ponen fácil, cobrando por tu delación. No eres persona si no eres famoso y has aparecido dos o tres veces por televisión. Así lo quiere la sociedad corrupta en la que nos ha tocado vivir, en plena confusión de valores. Hazte famoso contando cómo se limpia el culo algún famoso de verdad. ¡Qué inmoralidad, qué desfachatez!

En otro tiempo, ser famoso era simpático, eran simpáticos Falla, Zuloaga, Baroja, Unamuno... Ahora hay famosos seriamente antipáticos, burdos, bastos, feísimos, odiosos y deleznables, que merecen el oprobio y el asco. No hay mayor humillación que a todos nos confundan en el estercolero de la famosería moderna y se nos trate por igual. ¿Cómo se deserta de ser famoso, cómo se pide esa dimisión? Ser famoso en España es ser un mal español, un español de segunda, un tipo sospechoso de corrupción. Estoy deseando que caiga sobre mí una capa de olvido, que me olviden y me descubran más tarde, cuando todo haya cambiado para bien y se vuelva a confiar en la España con auténtico equilibrio ético y estético, cuando nos hayamos regenerado humanamente. Un cambio regeneracionista es lo que estamos necesitando de toda urgencia, como lo ambicionó la generación del 98. Hagamos todo lo posible por salir de esta sima de humillación y trastorno físico y moral.

Los que siguieron a aquella generación maestra restauraron España a nivel internacional y la guerra civil los aniquiló, el mismo guerracivilismo que nos asola ahora, nos avergüenza y nos pone a la cola de Europa. Imaginemos el antibiótico que destruya este virus aniquilador. Nos va la vida en ello, no podemos dilatarlo más. España, cementerio para infectados. ¡Miserere nobis! Todos famosos por infamantes.