José María Marco

Una Europa sin judíos

El pasado domingo tuvo lugar en la Sinagoga de Madrid un homenaje en recuerdo a las 17 víctimas de los atentados de París, cuatro de ellas judías (y una musulmana). La ceremonia y la abrumadora presencia policial en los aledaños recordaban uno de los significados de estos ataques, que van más allá del concepto, muy general, de «guerra contra Occidente».

Efectivamente, una de las líneas de la ofensiva a la que estamos asistiendo es la que se dirige no ya contra los europeos, sino más en particular contra los judíos, los judíos europeos. Por recordar algunos de los hechos ocurridos últimamente, ahí están el secuestro, la tortura y el asesinato del joven francés Ilan Halimi, en 2006, los ataques al Museo Judío de Bruselas o los asesinatos de Toulouse en 2012.

Todos estos casos plantean, entre otras cosas más importantes, un desafío de orden conceptual. ¿Quién es el «enemigo» que está detrás de esta «guerra»? En bastantes ocasiones los responsables, ya sea directos o intelectuales, son yihadistas, los mismos que atacaron «Charlie Hebdo» y el supermercado kosher. Ahora bien, detrás de estos atentados y de otros menos espectaculares, más cotidianos y banales, está también una mentalidad antijudía que está resurgiendo cada vez con más fuerza. Lo hace en la tradicional veta populista y nacionalista, la misma que dio origen a los fascismos y que cada vez se afianza más en los países europeos. Y lo está haciendo también desde otra forma de hostilidad hacia Israel y lo judío que se está abriendo paso en las universidades y entre los jóvenes europeos, criados y educados en el desconocimiento de lo que Israel significa, de lo que significa la historia del judaísmo en Europa y de lo que significa el odio criminal hacia Israel y el judaísmo fomentado por muchos de los gobiernos de los países de mayoría musulmana.

En este punto, estamos entrando en una fase nueva. Desde hace algunos años, no muchos, ha empezado a cundir la sensación de que países que antes defendían a sus ciudadanos, fueran estos de la religión que fueran, ya no son capaces de hacerlo. Más aún, se está afianzando la idea de que esa hostilidad podría convertirse en cualquier momento en opinión mayoritaria. Así lo hacen sospechar el absurdo reconocimiento de un Estado que no existe, como el palestino, o la decisión del Tribunal Europeo según la cual Hamas no es una organización terrorista. Tal vez el viejo sueño de una Europa sin judíos esté ahora en el horizonte.