Manuel Coma

Una Palestina islámica

La primavera islámica, la compleja guerra entre sunitas y chiítas que se libra en Siria, la aproximación de Irán a la bomba, la titubeante política de Obama y mucho más han sumido el nunca diáfano panorama político de Oriente Medio en un cúmulo de confusiones. Ha contribuido a activar el siempre despierto conflicto israelo-palestino como efecto y como causa. La asignación de la victoria en la reciente llamarada bélica divide a los israelíes pero une a los palestinos. Así Hamas, celebra su 25 aniversario con el júbilo de los ganadores, recibiendo triunfalmente a su máximo líder, Jaled Meshal, que nunca había pisado Gaza, la tierra que su partido gobierna, y a esperarlo acude un representante de la Autoridad Palestina, que gobierna la orilla occidental del Jordán, lo que es tanto como decir el partido Fatah, al que Hamas masacró literalmente en el 2007, dos años después de que los israelíes abandonaran la franja y uno más tarde de que ganaran las elecciones en el territorio, elecciones que nunca se han vuelto a repetir en ninguna de las dos partes del aspirante a Estado palestino. Hamas es un acrónimo en árabe, de Movimiento de Resistencia Islámica. No palestina, islámica, por más que el componente nacionalista no deje de tener un peso considerable. La liberación de una Palestina islámica de fronteras maximalistas, que abarcarían las dos orillas del Jordán, es su tarea específica. No menos declarado y específico es el objetivo de eliminar a los judíos, si es posible de la faz de la tierra. La resultante de esas iniciales es una palabra que significa entusiasmo, fervor, celo. Igual podía significar febrilidad, exaltación, fanatismo.

Nació como una rama de los Hermanos Musulmanes egipcios, con los que siguen estrechamente unidos a pesar de que las circunstancias obligaran a éstos a frenar el fervor bélico de sus parientes. Sus estatutos fundacionales supuran el más agresivo radicalismo islamista y antijudío, argumento meridiano e inagotable para los pro-israelíes, hasta el extremo de que la organización ha tenido que meterlos en el congelador y denunciar toda mención al texto como una manipulación mal intencionada. Pero las emocionadas palabras que Mashaal ha dirigido a la entusiasta población que se echó a la calle para vitorearlo no desdicen en absoluto el radicalismo original: «Hoy estamos en Gaza, después en Jerusalén».