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Urgencias

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Una, que es audaz y aventurera, ha pasado la madrugada del viernes al sábado en Urgencias de un hospital. Todo gracias a la madre de una, más audaz y aventurera si cabe y sobre todo amante de la cocina fina. La mujer se puso hasta las patas de un delicadísimo plato en mal estado y el estómago abdicó, ahora que está tan de moda, así que pasamos una nochecita toledana pero sobre todo sumamente ilustrativa sobre las cosas que funcionan y las que han dejado de funcionar. Después de la experiencia, alabado sea el servicio de teleasistencia para personas mayores, alabado sea el médico y la enfermera a domicilio, el personal de la ambulancia y el del hospital. Alabados todos ellos porque a esas horas y a pesar de tener un montón de trabajo tuvieron tiempo no sólo de dejar a mi madre como nueva sino de ser cariñosos y atentos sin tener ninguna obligación y sin estar incluido en su sueldo. Así que es evidente que la Sanidad pública sigue siendo una bendición, aunque eso se lo debamos única y exclusivamente a sus profesionales y a su vocación. Cosa bien distinta es que todo funcione, porque en ese servicio de Urgencias no había (no hubo hasta por la mañana) seguridad, de tal forma que esos mismos profesionales tuvieron que ocuparse de beodos, rebeldes, y hasta de un grupo de idiotas vestidos de futbolistas que acompañaban a un amigo accidentado. Se saltaron las normas, gritaron, y molestaron a los enfermos. Xavi, Iniesta, Ramos, Alonso y Pedro encarándose con los que afeábamos su actitud, incluidos los trabajadores del hospital. Surrealista y tremendamente descorazonador. Puede que tenga remedio la gestión pero lo que va a costar más trabajo es recuperar la educación.