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Vamos a contar verdades

La Razón
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La credibilidad no es algo que se consigue y se mantiene intacto e inamovible durante toda la vida, muy al contrario, puede perderse en cualquier momento. Las contradicciones son el atajo más directo para perderla.

Cuando el Sr. Pedro Sánchez apela al valor del voto de la militancia del Partido Socialista y argumenta que es poco democrático que un líder elegido por el voto directo de los afiliados pierda la confianza en el Comité Federal del PSOE incurre en una enorme contradicción que deja en entredicho su razonamiento.

La contradicción es la actuación del Sr. Sánchez durante su breve estancia en la calle Ferraz. En Madrid es donde el ex secretario general comenzó a cavar la fosa de su descrédito, que siguió profundizando en Galicia, Palencia o Murcia.

Cuatro meses después de ser elegido candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, el Sr. Sánchez tomaba la decisión de disolver la Dirección del Partido Socialista en la región, destituirme como candidato y, al tiempo, algo inédito en la historia del PSOE: disolver el Comité Regional de Madrid, que es el órgano análogo al Comité Federal y cuya tarea es la de dirigir y exigir la rendición de cuentas de la Dirección política, ya sea esta una Ejecutiva o una Gestora.

Es decir, el Sr. Sánchez no respetó ni la decisión de los militantes en elecciones primarias, ni quiso ser fiscalizado por el órgano de control correspondiente, quizá porque había apoyado mayoritariamente a la Dirección disuelta. Para él, el fin justificaba lo medios y su objetivo de aumentar su control interno sobre el Partido Socialista pesó más que su amor a la democracia interna.

Desde ese momento fue creciente la desconfianza hacia un líder que mostraba una manera de resolver los conflictos arbitraria y en función de sus intereses concretos, hasta que llegó su caída ante el Comité Federal.

Al Sr. Sánchez nadie le ha destituido, ni como secretario general ni como candidato a la Presidencia del gobierno. Dimitió después de comprobar que había una mayoría política que ya no le respaldaba.

Su entorno argumenta que debería seguir siendo el secretario general porque a quién le han elegido los militantes solo le pueden quitar los militantes. Evidentemente esta norma solo es aplicable al Sr. Sánchez, siempre y cuando venga bien a sus intereses, porque esas mismas personas callaron cuando hizo lo mismo en Madrid.

Una segunda contradicción es el intento de celebración de un Congreso express. El asunto no resiste el mínimo análisis: si no se podía convocar un Congreso en febrero porque había que resolver antes y, con urgencia, la gobernabilidad de España, no puede ser que, 10 meses después, no haya cosa más apremiante que elegir secretario general para los próximos 4 años en un plazo de 3 semanas porque la gobernabilidad del país ya no es tan urgente. Es evidente que el objetivo era mantenerse en el poder evitando candidatos alternativos y la formación de gobierno pasa a un segundo lugar sin más razón aparente que los intereses del Sr. Sánchez.

La tercera y no menos grave contradicción del Sr. Sánchez es amenazar con romper la decisión de voto que tome el PSOE. Desde luego que no es obligatorio coincidir con la opinión de la Dirección ni de la mayoría. De hecho, cuando un representante político discrepa con la decisión que haya tomado la mayoría, una vez debatido, puede adoptar la posición mayoritaria de voto, si no le supone un problema de conciencia grave. Ese es el funcionamiento normal de un Grupo Parlamentario.

En cambio, si supusiese un problema de conciencia solo tendría dos posibilidades: romper la llamada disciplina de voto o abandonar su escaño.

Para mí no hay duda ni contradicción. El 27 de noviembre del año 2013 abandoné mi acta de senador momentos antes de que se procediese a una votación en la que discrepaba en conciencia con la decisión tomada por la Dirección del Partido Socialista. Ciertamente, no me imagino a quién ha sido el máximo responsable del PSOE votando en contra de sus principios si están en contradicción, como tampoco haciéndolo en contra de la decisión de la Dirección. Si ocurriese alguna de las dos circunstancias, sería una conducta poco ética impropia de un dirigente.

Vamos a contar verdades porque basta ya de contar las que no lo son y de hacer daño al Partido Socialista.