Marta Robles

Villanos y caballeros

Ahora que se celebra el famoso torneo anual de Rugby de las Seis Naciones (Francia, Escocia, Inglaterra, Gales, Irlanda e Italia), no puedo evitar sorprenderme, una vez más, con las poderosas imágenes que deja ese deporte extraordinario. Es cierto que hay mucha dureza en él. Extrema, diría yo. Y también es verdad que algunos de los golpes que se propinan los jugadores entre sí durante los partidos, a veces, parecen mortales. Pero la realidad es que tanto los que juegan como los aficionados aceptan de buen grado que ésas son las reglas y ninguno se queja ni sobre la hierba ni fuera de ella. Tal vez por eso la imagen del más popular de sus certámenes, donde la tradición del llamado «tercer tiempo» –en el que aficionados y jugadores celebran la victoria o lamentan la derrota, generalmente, todo hay que decirlo, con más alcohol del adecuado– no es sólo la de un deporte alegre, sino también de señores.

A alguno le puede extrañar, pero lo cierto es que las contundentes bofetadas de los encuentros se quedan en ellos, y es difícil ver fuera de los campos ni una sola muestra de falta de gentileza. Y, claro, si se comparan estas actitudes con las del fútbol y se revisan esas actuaciones de Oscar de tantos jugadores que, en cada partido, se tiran al suelo, gritan y ponen caras de dolor infinito tras el breve roce del adversario, al que, además, sus seguidores son capaces de insultar sin piedad durante y después del encuentro, no es extraño que haya quien considere que el fútbol es «un juego de caballeros jugado por villanos y el rugby un juego de villanos jugado por caballeros».