Política

Alfonso Merlos

Votar o quejarse

Votar o quejarse
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El sufragio es la fuerza de la democracia. Es nuestro poder. Es nuestro derecho. No hay obligación ninguna de ejercerlo. No desde luego en España. Pero nosotros veremos lo que nos conviene. Es nuestra individualidad, pero también nos señala en tanto en cuanto que nación con capacidad de liderar en Europa y de vertebrar este viejo continente.

Sí. Es por todos conocido. Y no nos podemos engañar en este sentido. Hay un descrédito generalizado entre la clase política. Hay unos ciudadanos desengañados de nuestros dirigentes. Hay aburrimiento. Pero es muy difícil pensar en una regeneración de las instituciones, en un nuevo impulso para salir de la crisis si nos quedamos sentados en el sofá sobrellevando la resaca de los goles y de Lisboa.

La abstención (su índice alto o altísimo) probablemente lleve a muchos ciudadanos en cuestión de pocas horas a pensar que se han equivocado, que han hecho dejación de sus responsabilidades. Pero quizás, entonces reparen en que el régimen de libertades del que nos hemos dotado es imperfecto. No existe la propuesta política redonda. No hay lugar para los programas que nos enamoren definitivamente, que nos seduzcan irremediablemente, que nos lleven con pasión y fruición a pie de urna. Y tampoco quiere decir esto que uno se deba rasgar las vestiduras y se deba resignar proclamando que va a votar, simplemente, a la opción menos mala.

España es un país serio y fiable. No somos aquella Argentina en la que los ciudadanos en lugar de papeletas electorales metían en los sobres fotos de Maradona. Lo más fácil y lo que sale de las vísceras es criticar por igual a todos nuestros representantes hagan lo que hagan. Pero, señores, somos cada uno de nosotros los que este 25-M estamos ante el espejo. Es nuestra prueba del algodón. ¿Votamos o nos quejamos?