Toni Bolaño

Ya nada es lo que era

Ya nada es lo que era
Ya nada es lo que eralarazon

Hace sólo una semana, Mas transmitió a sus consellers que era necesario dar un giro a la política catalana. Dicen que necesidad obliga. Por un lado, el Gobierno está en inanición permanente, rodeado de colapso financiero, de descontento y presión social. Por otro, el mantra soberanista se diluye como un azucarillo en las propias filas de CiU. Muchas voces alertan de que el proceso soberanista está en un callejón sin salida. Agustí Colominas, director de la Fundación CatDem, su fábrica de ideas, era uno de ellos. Ha dimitido después de duros análisis sobre la actitud de ERC y la estrategia independentista. Con el llamamiento del presidente de la Generalitat a reabrir puentes con Madrid y ampliar alianzas, se ha producido todo un tsunami. Ya nada es lo que era. Que Oriol Pujol haya pasado a retiro obligado ayuda. De hecho, Duran Lleida se ha afanado en recuperar su protagonismo perdido. Ha reabierto el diálogo con Madrid y ha dado una patada en la espinilla a ERC. Ante Sáenz de Santamaría y Margallo, Duran ha tendido la mano. No se la han rechazado a tenor de la armonía que reinó en la reunión del Consejo de Política Fiscal. Los republicanos, otrora epicentro de la política catalana, han sido desplazados. El conseller de Economía, Andreu Mas Colell, los ninguneó cuando defendieron la insumisión fiscal. Fue el primero. Ahora, no es el único. El propio presidente Mas en una entrevista dijo que estaba «razonablemente satisfecho» de su pacto con ERC. Sin embargo, añadió un significativo «hasta ahora». Todo un aviso a navegantes. El líder de CiU y del Gobierno sabe que su camino hacia la independencia está parado. Sólo con ERC no llegará a ninguna parte. Quiere contar con el PSC pero no lo tiene fácil. Mas ha invitado a los socialistas a entrar en su Gobierno. La respuesta, contundente. Sí a un Gobierno de concentración. No a Mas como presidente ni a unos presupuestos «austericidas».

Artur Mas tiene un problema. No sabe cómo bajarse del tren soberanista que él mismo puso en marcha. Si se baja, será acusado de traidor y lo puede pagar seriamente en las urnas. Si no se baja el trompazo está garantizado. Busca un salvavidas en los socialistas. También mira a los populares para intentar reabrir la negociación del pacto fiscal, aquella que enterró con tanta ligereza. Hasta aquí un nuevo capítulo de la historia de un fracaso. Continuará.