María José Navarro

Yo, Leonor

He pedido que me saquen en el discurso de Navidad pero no quieren. No es por mi padre, que me va a poner en una foto bien grande detrás de él mientras desea Feliz Navidad y trabajo a los súbditos y que babearía como un niño de pecho si de pronto yo me sentara en sus rodillas. No es por él. Es mi madre. Que si yo ahí no pinto nada, que si vaya ridículo íbamos a hacer, que si quiero ser la novia en la boda y el muerto en el entierro, que pronto empiezo yo a exigir, que si lo mío lo arreglaba ella con mano dura no como tú, Felipe, que eres un blando. A ver, que no digo yo que me dejaran hablar, pero que me colocaran ahí, en una esquina, haciendo mis monerías, bailando y tal, que es una cosa que enternece mucho a los españoles. Pues que no. A mí es que a casi todo me dicen que no, no se cómo lo hago. Por ejemplo, la última. He pedido dejar el mandarín y estudiar sueco. Por qué, me dijo mi madre con cara de estar a punto de quitarse la zapatilla. Pues porque el de la barba del anuncio de Trivago es sueco, madre. Y además, últimamente estoy muy interesada en leer los periódicos de ese país que hablan de la abuela y de ese señor que se llama Alfonso que lleva diez minutos viudo y al que claramente le gustan maduritas. Para qué queremos más. Ya me ha dicho que voy a ver los regalos de los Reyes en el catálogo y de milagro. Bueno, les dejo que tengo que seguir dando disgustos.