María José Navarro
Yo, Leonor
Qué. Qué tal el discursito. No, si yo ya sé que son todos Vds. republicanos y tal, pero no se deja de hablar del asunto. Esta familia no se cómo lo hace pero va de boca en boca sobre todo de los que están en contra. Pues en casa no lo vimos. O sea, que luego lo hemos puesto otra vez y eso, que sí, pero en el momento se nos fue el santo al cielo. Bueno, papi estaba encerrado en su despacho y se supone que estaba viéndose. Y luego tardó un rato en salir, pero yo creo que no fue por lo suyo. Yo creo que estaba mirando a Mariló, como el típico español, como Joan Laporta, vamos. El caso es que estábamos con la mesa puesta y de pronto zas, lo lo lo lo lololololololololó lololololoooooo. Y aparece. En ese mismo instante, oímos una tos de perro. Mi hermana, que se había atragantado con el nevadito que había trincao víctima de un hambre horrorosa. Que si le damos en la espalda para que vuelva a la vida, que si mi madre se enfada porque no se pica entre horas, que si no es la una es la otra pero aquí no se puede tener un momento de calma. ¿Padre no manotea demasiao? Dije. Y en ese momento se hizo un silencio. Y noté como dos dagas los ojos de Altibajos en mi cuello. Madre, ¿no te has pasao con la sobreactuación? ¿No está esa barba perfecta de más? ¿No estaba más natural cuando leía como un cyborg? Con lo guapa que estoy callada. Llevo una colleja en lo alto que como la midan vale como marca olímpica.
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