Canela fina

Como Castro, Sánchez amenazó con la dimisión

«Sánchez pretende presentarse a las próximas elecciones para que el pueblo disfrute del placer imperial de contemplar al César»

A lo largo de mi dilatada vida profesional he comprobado en muy reiteradas ocasiones el entusiasmo que Fidel Castro despertaba y despierta todavía en la izquierda española. Le conocí en La Habana en mis tiempos de la agencia Efe y la verdad es que era un hombre todo simpatía, comunicativo hasta decir basta y encantador de serpientes. No solo la extrema izquierda comunista, también numerosos socialistas moderados, encabezados por una locuaz presentadora de RTVE, admiraban a Fidel Castro y lo defendían a capa y espada, incluso negando con el mayor descaro que su régimen fuera una dictadura.

Luis Goldáraz ha tenido el acierto de recordar que Fidel Castro también amenazó con dimitir para provocar la reacción de sus partidarios y mantener su entusiasmo y solidaridad. Se trata de una fórmula que se ha empleado, desde Julio César, en las más diversas ocasiones. Pedro Sánchez ha imitado a Fidel Castro y además ha mejorado la finta, dirigiéndose a toda la ciudadanía y llenando de sombras y veladuras una dimisión, contraria a su más firme idea. El actual presidente español ha borrado de su discurso el verbo soez de dimitir y quiere permanecer en el poder aliándose con quien haga falta, con partidos proetarras, con partidos independentistas, con partidos de derechas y, si lo necesitara, con las gentes demudadas de Vox. La silla curul de Moncloa es su trono particular conquistado tras inauditos esfuerzos, después de derrotar a Felipe González, a Mariano Rajoy, a los barones históricos del PSOE y al sursuncorda. José María Aznar y Alberto Núñez Feijóo le conocen muy bien y, en pleno lagrimeo socialista, mientras las ministras sollozaban desoladas y los ministros se desgarraban las vestiduras, ellos denunciaron que se trataba de una jugarreta política para provocar la adhesión de todos los que ocupan cargos designados por Sánchez, en un momento en el que la realidad política le zarandeaba nacional e internacionalmente.

La jugada le ha salido tan bien al presidente que ahora, aparte de tirar de las puñetas a los jueces independientes y de la pluma a los periodistas insumisos, se ha permitido anunciar urbi et orbi su verdadero propósito: agotar la actual legislatura y presentarse a las próximas elecciones para que el pueblo español continúe disfrutando del placer imperial de contemplar al César.