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Disonancia
El líder maniqueo suele resolver la disonancia ideológica que ha creado entre sus seguidores de forma simplista y drástica, decretando una visión política binaria
Hoy las masas sufren fuertes disonancias cognitivas: esa tensión mental que resulta de mantener varias creencias contradictorias a la vez, de vivir haciendo una cosa y sosteniendo la contraria, llevando una existencia no acorde con sus creencias o ideas proclamadas. La mayoría de las veces, de forma pétrea, rabiosa. Tanto los líderes políticos como sus «followers» dicen «blanco» y hacen «negro», manteniendo discursos y ejecutando acciones tan tensionadas que llegan a lo patológico. Los creyentes ideológicos y sus amos políticos sostienen, pues, una lucha interna, y externa, contradictoria, agotadora. Los mecanismos psicológicos a los que deben recurrir para soportar tal presión –y no estallar en el intento– pueden conducirlos a la perturbación, al trastorno psicológico. No es tan fácil llevar con naturalidad esa incompatibilidad, la discordancia que supone, por ejemplo, autodefinirse como feminista y dedicarse a la explotación sexual de terceros, denominarse pacifista y ayudar a maleantes, autoproclamarse obrerista y vivir en palacios… El líder maniqueo suele resolver la disonancia ideológica que ha creado entre sus seguidores de forma simplista y drástica, decretando una visión política binaria: «Yo soy el bien y mi enemigo es el mal, mi enemigo es la élite y yo me autodefino representante único del pueblo soberano». Ello le servirá como herramienta eficaz para la manipulación de las masas fervorosas de su credo, que verán aliviada su disonancia cognitiva con esa explicación del todo irracional, pero eficiente y tranquilizadora al ofrecer a dicho pueblo, ansioso de liderazgo, un «enemigo común» que lo provea de una necesaria sensación «de pertenencia» al grupo, de lealtad religiosa. Cualquier crítica, dato, información objetiva, hechos…, que contradigan la narrativa maniquea que el líder ha ofrecido a sus fieles, será descalificada como «mentira, fake, propaganda del enemigo», y desechada sin ser analizada. De modo que, toda verdad que amenace la fábula del «Somos el bien luchando contra el mal, que son nuestros enemigos», no solo no afectará a la convicción del grupo, sino que servirá para cohesionarlo y reforzarlo: «¿Veis lo malignos que son nuestros rivales, lo que son capaces de inventar para destruirnos…?».