Opinión

No disparen al artista

A mí me gusta el cartel de la Semana Santa de Sevilla y no me ofende absolutamente nada (y soy cristiana), pero comprendo a los sevillanos y cristianos promedio que no lo admiten

    Hace poco me decía un taxista que la estética no significaba nada y que no servía para nada. ¡Qué ingenuo! El trayecto era corto y no tuve tiempo de explicarle cómo la estética había condicionado cada uno de sus pensamientos, sus sentimientos y sus acciones en la vida...Y digo esto porque Salustiano García, el pintor del llamativo Cristo sevillano me lo ha recordado cuando manifiesta que no entiende a qué tanta polémica con su resucitado.

    El cartel es hermoso. A mí me gusta (más que los anteriores) y no me ofende absolutamente nada (y soy cristiana) sin embargo, comprendo a los sevillanos y cristianos promedio que no lo admiten.

    La obra, no disparen al artista, es muy amable y actual, si se compara con los carteles de años anteriores, añejos hasta lo indecible, aburridos hasta el punto que jamás hemos hablado de ellos ni los hemos visto, los de fuera. Un fallo en su promoción de la feria de Sevilla, a la que yo no he ido nunca, ¿será por sus nada sugerentes anuncios?

    Por cierto, ¿quién me invita a la feria ahora que aun tengo cuerpo de lucir_ no tanto como el Cristo de Salus_ un vestido de esos, antes de que se haga cóncavo (mi cuerpo) si es que un día tal espanto tiene que ocurrir?

    Sigamos. Salustiano García, el autor, que se parece muchísimo a su cuadro, aunque afirma que es su hijo, es un artista reconocido internacionalmente _que yo no tenía en el radar ¿ustedes?_. No ando nada sobrada de cultura sevillana. Y eso me pesa.

    Y luego el rojo, yo me he tragado películas enteras por ver ese u otro rojo: Gritos y Susurros de Igmar Bergman, qué hermosas cortinas, qué batines sobre la convaleciente, qué moquetas…O El Ansia, lo que más me gusta de esta peli es la barra de labios frambuesa de Catherine Deneuve. En realidad, lo demás, me pareció una payasada.

    En la propuesta pictórica de marras, ese rojo obsesivo (y que quizá llevamos clavado dentro desde Papá Noel) es placentero, fresco y atractivo, como una coca cola, lo de las pestañas rizaditas del Cristo, ya me da un poco de grima, igual que la que me dan los tronistas de ceja depilada, o las uñacas de las tentadoras de la Isla. ¡Qué más da! Dirán algunos, sobre gustos…

    Lo primero que les digo a mis alumnos de la universidad es que opinar no es me gusta o no me gusta, que opinar es argumentar y que "Sobre gustos" hay infinito escrito, y que lo que hay que ser es menos paletillos y menos vagos y leerlo, para no ser candorosos intelectualmente. Después les soy una lista de algunas de mis obras favoritas sobre Estética, claro. Que es de lo que han escrito la mayoría de los grandes filósofos para volvernos totalmente locos. También les digo, que si no van a leer nada, ni están dispuestos a aprender humildemente nada de nada, que directamente pasen al humor, un lugar donde nadie les preguntará de dónde vienen.

    Pues bien, Salustiano dice que es una gran sorpresa este revuelo, que el Greco en el siglo XVI pintaba al resucitado con el pene fuera en toda su magnitud y que no sabe cómo nos hemos hecho tan puritanos en el siglo XXI (tiene toda la razón en lo del pacatismo de hoy) y que los que ven sexo en su bello cartel lo que están es enfermos.

    Los sevillanos de pro, más o menos sanos, afirman que el cartel no representa la pasión de Cristo y que no invita a la devoción si no a yo que sé qué. Lo cierto es que me cuesta imaginar a un carpintero hebreo que toda su vida la pasó cortando y cargando madera, aserrando leños, lijando, claveteando, pintando, sacando agua de pozos, ayudando a sus padres en las faenas domésticas, caminando kilómetros y kilómetros para desplazarse de una aldea a otra a la intemperie, expuesto a los elementos la mayor parte de su vida, con esa piel de muñequita tras el cristal de un aparador…

    Supongo que para satisfacer a la ballena de la inclusión es perfecta una figura andrógina, lo menos varonil posible, pero el artista, que ahora se hace el nuevo, está en su derecho, es más, tiene el deber, de provocar porque el arte no es decoración.

    El arte_en cualquier soporte_ tiene que tener colmillo, desgarrar, morder y abrir nuevos caminos, aunque duelan; una obra entendida por la mayoría, vuela bajo; una obra aplaudida por todos es un fracaso. Y ya si es premiada...puff, entonces, es una mierda. Así que bien, Salus, todo lo que quieras, pasa y siéntate, tu Cristo no es necesariamente gay ni nos ofende. Sin embargo es un retrato muy preciso de una sociedad, la nuestra, poco reflexiva, poco cristiana y pobremente informada.