Bruselas

Defensor de España en Europa

Miguel Arias Cañete es una buena elección y no sólo para la candidatura del Partido Popular al Parlamento Europeo, sino porque hay pocos españoles que conozcan tan en profundidad las enrevesadas políticas de la UE y se hayan fajado en las complejidades de la Política Agraria Común, auténtico caballo de batalla de los presupuestos de Bruselas. No en vano, Arias ha ocupado durante trece años un escaño en el Europarlamento, tiempo en el que desempeñó las presidencias de las comisiones de Agricultura y Política Regional. Experiencia y prestigio bien ganados que son, en definitiva, una garantía para los intereses españoles, independientemente del sentido de su voto. Es, pues, evidente, el doble objetivo que busca el presidente del Gobierno a la hora de prescindir de uno de sus ministros mejor valorados por la opinión pública para que encabece la candidatura a las elecciones europeas. Por un lado, en clave doméstica, se asegura una cabeza de cartel con tirón popular, perfil dialogante y reconocida capacidad de trabajo para afrontar una contienda electoral a la que, al menos hasta ahora, los ciudadanos no conceden la trascendencia que realmente tiene y en la que los grandes perjudicados por la abstención y la dispersión del voto son los partidos que ejercen las labores de gobierno. Una constante aún más acusada en momentos de crisis económica general, que hace de la convocatoria terreno abonado para los más diversos populismos. De ahí que sea muy importante conseguir la movilización de las bases del Partido Popular para contrarrestar un voto de castigo, que puede desdibujar la verdadera relación de fuerzas. Pero, por otro lado, y no menos importante, Mariano Rajoy considera que ha llegado el momento de que España recupere la influencia y el nivel de representación en la Unión Europea que le corresponden por su peso demográfico y económico, perdidos a lo largo de las últimas legislaturas socialistas. Con el acta de europarlamentario en la mano, unida a su reconocido prestigio en los círculos comunitarios, Miguel Arias gana muchas probabilidades en la opción a uno de los disputados puestos de comisario europeo, negociación en la que el Gobierno de España está poniendo los mejores empeños. Sería un cargo que el candidato popular desempeñaría a la perfección, por supuesto desde la debida lealtad al bien general de Europa, en su calidad de miembro de la Comisión, pero que, también, significaría una ventaja en la defensa de los intereses españoles, que en los últimos tiempos no han sido convenientemente atendidos por no se sabe qué complejos equivocados de neutralidad. Es mucho lo que se juegan los ciudadanos en Europa, aunque no terminen de interiorizarlo, y la candidatura de Miguel Arias responde cabalmente a ese desafío.