Política

España en el rearme ideológico del PP

De los 30 años de historia del Partido Popular –si aceptamos que su fundación fue en el IX Congreso de Alianza Popular de 1989 con la inclusión de liberales y democristianos bajo la dirección de Manuel Fraga–, la mitad de este tiempo ha estado al frente del Gobierno. Quince años, exactamente. Puede decirse, por lo tanto, que su vocación es la de tener una lugar central en la vida política española y gobernar. No es un partido de minorías ideológicas, ni de élites, sino lo que se corresponde en las democracias europeas a los partidos liberal conservadores. Hasta ahora ha sido así y queda asegurado con el liderazgo de Pablo Casado que el PP siga conectando con amplios sectores de la sociedad que se corresponden con las clases medias, autónomos, trabajadores cualificados, empleados y esa intangible aunque real «mayoría silenciosa» que trabaja, defiende la dignidad de la nación española y mantiene una cierta distancia con la política profesional, a la que sólo le reclama honradez y limpieza. España como nación, como casa común de todos, debe estar en el centro del ideario de los populares. Si en su momento se dijo que el PSOE de Felipe González era el partido que más se parecía a España, sin duda el PP es actualmente un espejo fiel de la sociedad española que, además, cuenta con un programa político claro y cuadros cualificados para gobernar. Lo hace en ciudades y pueblos de toda España y en comunidades autónomas y tiene un gran sentido de responsabilidad sobre los grandes temas de Estado. Tiene un techo electoral alto y está presente en cada rincón de España. Es el gran partido del centro derecha español. Tras el Congreso de Sevilla de 1990 y la llegada de José María Aznar a la presidencia del partido se acuñó un término que definió su política de gobierno, el centro reformista, lo que le permitió situarse como fuerza central de la política española y ser una alternativa a la izquierda, que había patrimonializado instituciones del Estado, conquistas democráticas que eran de todos, un patrimonio cultural común, incluso la idea de patriotismo, que había sido erradicada por los nacionalismos periféricos. El PP permitió que se volviera al turno político, que la alternancia se hiciera con responsabilidad y lealtad y que se abriera paso una militancia constitucional. La Convención nacional de los populares se ha presentado como un «rearme ideológico», que habrá que entender como una necesidad de poner en valor las ideas propias que constituyen la base real de un partido como el PP: máxima libertad, responsabilidad pública y compromiso con el bienestar colectivo. Es el ideario liberal frente a las viejas ideas proteccionistas defendidas por populistas de izquierda y derecha, lo que da como resultado un extremismo estéril, un activismo que en poco ayuda en la vertebración social y nacional de nuestro país. Una cuestión central que altera la vida política es la idea de España, la de definir un modelo de nación inclusiva y moderna. Sin complejos porque no hay que avergonzarse de un país plenamente libre. Si algo definirá el «rearme ideológico» del PP será sin duda la idea de España como una gran nación democrática, acosada en estos momentos por un nacionalismo excluyente e insolidario. Sin resolver este aspecto desde las ideas y la claridad en el mensaje, el PP no estará respondiendo a las expectativas de sus votantes y del conjunto de la sociedad. La cuestión de España no es menor. Tiene aspectos de política concreta sobre un sistema territorial que debe ser racional y una puesta al día de un patriotismo constitucional. La aspiración de los populares de ser un partido de amplia base social pasa ineludiblemente por atender los problemas de la sociedad en el marco de una España fuerte y unida.