Bruselas

Europeas en clave nacional

En los comicios al Parlamento Europeo de 2009, con el Partido Popular en la oposición, la formación liderada por Mariano Rajoy ganó con 3,72 puntos de ventaja sobre el PSOE, que acababa de revalidar un año antes el Gobierno de la nación. Es decir, aquella convocatoria marcó una tendencia de cambio político que se confirmó, con creces, en las siguientes elecciones de 2011: primero las municipales y autonómicas, y después las generales, en las que los populares obtuvieron una mayoría aplastante. Ayer, una encuesta del CIS, coincidiendo con el comienzo de la campaña electoral de las europeas, concedía al partido en el Gobierno una ventaja en la intención de voto de 2,7 puntos sobre el principal partido de la oposición, ventaja que se traduciría en 21 eurodiputados frente a los 18 que obtendrían los socialistas. Es decir, pese al descenso en sus perspectivas electorales que dibuja el último barómetro del CIS, el PP mantiene la tendencia ganadora, mientras que el PSOE no saca rendimiento de su papel en la oposición, en unos momentos muy difíciles para el ejercicio de gobierno, sino que pierde casi ocho puntos de apoyo popular con respecto a los comicios de 2009. El análisis, sin embargo, quedaría incompleto de no tenerse en cuenta que, hablando siempre en términos de una encuesta de opinión, buena parte del voto perdido por Alfredo Pérez Rubalcaba ya habría buscado acomodo en otras formaciones de extrema izquierda –notablemente entre los comunistas de IU y los populistas radicales de una formación novel como Podemos–, mientras que, por el contrario, los partidos surgidos en el ámbito ideológico más próximo al PP –como VOX, aparecido de entre antiguos militantes populares– no consiguen rentabilizar el supuesto descontento de las bases tradicionales del centroderecha. De ahí, que el objetivo primordial de la campaña electoral del candidato Miguel Arias Cañete sea la movilización de unos votantes que, en mucha mayor medida que los del PSOE, dudan entre la abstención o votar al PP. Porque, y así se deduce del resultado del sondeo, para más del 60 por ciento de los consultados, las elecciones europeas se contemplan en clave de política interior, es decir, puramente española, por más que desde las instituciones se insista en la influencia, cada vez mayor, que tienen en la vida diaria de los ciudadanos las decisiones que se toman en Bruselas. No es, por supuesto, un fenómeno único en el panorama europeo, pero, por lo menos, en España no ha adquirido la deriva negativa hacia el euroescepticismo que afecta al cuerpo electoral de países como Francia, Gran Bretaña, Holanda, Austria e Italia. Frente a los augures del final del bipartidismo, y aun con todas las dificultades y erosiones, en nuestro país la elección sigue siendo cosa de dos.